miércoles, 17 de diciembre de 2008

Carta al Niño Jesús


Carta al Niño Jesús:


Bien lo sabes amado Niño, que en mi país, Venezuela, es costumbre por fechas navideñas, escribirte una carta pidiendo nuestros regalos, lo deseado durante todo el año, o en el momento en que comienzan a aparecer todas las maravillas de los anuncios de muñecas, carritos, legos …¡oh! que soy del siglo pasado…digamos ahora, play stations, ipods, pcs, wii, teléfonos celulares que lo hacen y tienen todo…etc, en fin, que durante un tiempo navegamos en nuestra imaginación para escribir nuestra carta ansiada, no sin antes alguna advertencia paterna, “ miren que el Niño jesús es pobre, que no podrá comprarles todo lo que pidan, asi que a portarse bien”- (requisito indispensable , era el buen comportamiento a los días previos de Navidad, santos pues, debíamos ser, para conseguir el máximo de nuestros pedimentos)-

...Y dejaba mi carta, escrita prolijamente, donde no sólo escribía mis deseos, sino también los de mis hermanos, quienes aún no sabían escribir y yo, orgullosa, iba desglosando en cónclave cada pedimento, sopesando también , que el Niño era muy pequeño para tanta carga, además, tenía que dejar bien explicito nuestro compromiso de portarnos muy bien, lo que sería supervisado por mamá y por papá, claro está, quienes te darían el reporte Niño Dios, de nuestro hacer, sin pecar, por supuesto de nada.

Así, cochecitos, cocinas con carbones blancos que cocinaban de verdad, con toda una batería de platos, jarritas, tacitas de una cerámica hermosa, muñecas que decían mamá y abrían y cerraban los ojos, -siempre azules, no sé por qué-, o un “bebé querido” que parecía de verdad, un carro de bomberos, una pista de trenes, un carrito a pilas que se manejaba…a distancia con un cable largo, -¡Dios mío que asombro ante tanta tecnología!- y hasta unas pistolas de vaqueros, hacían las delicias de nosotros en las navidades, al despertar el 25 de diciembre, después de acostarnos temprano la noche del 24, apretando los ojos que más que cerrados parecían sellados, para que el sueño nos invadiera rápido, buscar bajo la cama los tesoros que el Niño Dios en su bondad nos dejaba.
¡Cuántos recuerdos, cuánto imaginar al Niño escurriéndose silencioso por nuestras habitaciones como un ladrón al revés, para plenarnos de alegrías.!

Pero nunca falta la amiguita que creció, que se desarrolló antes, porque me llevaba unos añitos más y un día me dijo…”¡qué tonta, es tu papá el Niño Jesús”! y yo que terminaba de guardar entre los entrepaños de la ventana del baño, la carta de ese diciembre, incrédula le refutaba no era así, entré corriendo a la casa, asombrada, gimiendo, mirando a mis padres, no lo dije en alto, por si era mentira y mis hermanitos…”¿quién te dijo eso?” increpó mi padre, fulanita de tal, le respondí y ante la evidencia, me dijeron sí, es así, pero no le digas nada a tus hermanos y de repente, me convertí en cómplice de nuestro Niño Jesús.

Han pasado todos los años del mundo, ayer mis sobrinos, hoy tan grandes y tan maduros, encontraban en nuestra casa paterna, sus regalos al pie del arbolito de navidad. Un espectáculo el verlos destapar y descubrir sus regalos, no pedidos por ellos, llegados como magia en carrusel de un Papá Noel o a los mejor unos Reyes Magos que se adelantaban en la visita.

Hoy, todo es diferente, lo que no puede dejar de ser, son los regalos, adultos, claro, pero sobre todo , los mejores que se puedan tener en un espacio grande del corazón y pintadas en el alma las tarjetas, que auguren: FELICIDAD, BIENESTAR, SALUD Y PAZ, como por cierto en esta carta que te escribo mi Niño amado y en quien, en mis peores momentos me he refugiado, pido para todos los seres de buena voluntad, para los amigos, para los míos y los tuyos, para mi prójimo, para ti amor, para todos los Niños del Mundo, que llevan una ilusión en su corazón.

Y para quienes no tienen, para los otros, para los que de todo carecen, pido, el concurso de quienes podemos dar, brindar una sonrisa a lo mejor , a unos niños calle abajo de nuestro hogar o llevar a una organización honesta y con alma, un presente que ilumine una mirada en alguna parte del mundo.

Eso te pido, mi Niño amado…eso te dejo en esta carta para que la recojas, desde el entrepaño de la ventana de mi cuarto, esta vez…


Bendícenos , te amo…

Yo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta al Espejismo


Querido Espejismo:






Te definen como una ilusión óptica, como un ver en la lejanía una especie de espacio acuoso, que no existe. ¡Cuántas veces mi padre, cuando nosotros, pequeños e incrédulos en carretera nos hacía "trampas" con los espejismos, viajando por el país y eran largos y largos los caminos! Siempre nos decía , "miren el charco de allá, a lo lejos" y cuando se suponía llegábamos a él, no había nada, desaparecía bajo las ruedas del auto el reflejo del agua que nunca pasábamos.
Luego de tenernos un rato bajo el encanto de la magia de lo inexplicable, nos aclaraba que esa ilusión se llama "espejismo".


¡Cómo absorbían mis ojos, mis sentidos, lo que parecía algo como sacado de un sombrero de un cineasta! Temblaba el agua a lo lejos, se veían los árboles reflejados en ella, un espejo en el asfalto. Un algo que no existe.

Pero sí existe una explicación lógica: (Tomado de Wilkipedia)


"Un rayo luminoso, al pasar de un medio a otro de índice de refracción diferente, sufre un desvío; cuando ese rayo llega al ojo de un observador, éste lo ve venir no ya de su frente, sino del punto donde ha sido desviado. Si el rayo pasa sucesivamente por varios medios de índice de refracción creciente o decreciente, sufrirá otros tantos desvíos cuyos efectos se sumarán. El conocimiento de esos fenómenos de refracción permite comprender el espejismo.
En los
desiertos tropicales, en contacto con el suelo tórrido, el aire se calienta y su densidad varía a partir de aquél. Como el índice de refracción depende de la densidad, un rayo de luz reflejado por un objeto lejano, hacia abajo y en la dirección del observador, va experimentando refracciones sucesivas al atravesar las distintas capas de aire: su inclinación hacia el suelo es cada vez menor y, tras llegar a la horizontal, el rayo sufre nuevas refracciones, aunque esta vez hacia arriba. Así es como, tras haber descrito una trayectoria curva de convexidad dirigida hacia abajo, llega al ojo del observador, que ve en el suelo (espejismo inferior) una imagen poco neta del objeto. Ahora bien, como otros rayos de la misma procedencia llegan también directamente al ojo del observador, éste tiene la impresión de ver a la vez el objeto (por ejemplo, una palmera en un desierto) y, al pie del mismo, una segunda imagen invertida, como si esta palmera se reflejara en una superficie líquida inexistente. Por eso, en las horas más calurosas del verano, la imagen del cielo parece venirnos del asfalto de la carretera, si está muy caliente, a la vez que ésta nos parece mojada.
Es excepcional que la trayectoria de los rayos luminosos sea convexa hacia arriba (espejismo superior); de producirse, un barco, una montaña, etc., parecen flotar en la
atmósfera."


Esa es la explicación lógica, de esta ilusión óptica.


Pero aqui me detengo y pienso...pero más que pensar quizás...siento y te escribo entonces, como la ilusión que fuiste o la quimera que se extinguió en un fuego sin maderos, sin rayos que encendieran la pasión del amor, o la verdad del sentir en ambas direcciones.

Has vivido en mí ¡tantas veces!, he pasado por calles, cruzado esquinas, encontrado un libro, un verso, un poema, tirado al desgaire de una ilusión, de una conquista, de un creer que al fin eras tú la verdad cierta que dejaba atrás el espejismo de la vida.

Te escribo a ti, a lo que mi ojo creyó ver, a lo que mi corazón loco y desvariando sintió en medio de este avatar, arrebol de todos mis sentires.

Te escribo a ti, Espejismo al que nunca llegué, a pesar de la carrera sin fín que mi alma emprendió en pos de ti.

No sé si mis ojos volverán a ser niños en la creencia de la ilusión que allá, adelante, más allá, en el medio de la carretera, hay una laguna, un río, un lago o un mar pleno de vida y de mañanas.
Sólo sé que hoy estoy llena del espejismo que viví en el engaño de un amor que se engañó a sí mismo.


Con todo mi afecto, a pesar de las desilusiones, me despido de ti, hasta siempre...


Yo.

martes, 25 de noviembre de 2008

Carta a Batman y Robin


Queridos Batman y Robin:

¡Ah, volver en el tiempo, cerrar los ojos y volver! Que eran los años sesenta.

La televisión aún en blanco y negro y yo viviendo esa década de los Beatles, sin que nos llegara total entre lo citadino y pueblerino , tanta revolución musical.

¡Vamos!, que tenía yo diez años en el mero sesenta y apenas estaba entre el rock and roll y el twist. Entre el hula hula y las contorsiones de cintura que se suponía quedaba afinada de tanto meneo, y supongo que hasta se afinaban, las pantorrillas, las rodillas y el peroné, pasando por el cuello, sin imaginar cómo no me desnuqué, ante tanta maniobra con el aro, resultando un baile circense de competición maravillosa, de quien más hacía y podía hacer girar por el cuerpo los aros de colores.

¡Ah, qué tiempos tan infantiles y a la vez tan de comenzar a desvelar juventud desenfadada!


Sí, eran los años sesenta. Elvis, Chubby, los Rollings, los Beatles, a cual más exótico y más de cambiar el rumbo musical hasta entonces conocido. Y en medio de toda esta evolución, aparecía en la tv una serie que contaba las heroicidades de Batman y Robin, de ustedes, queridos amigos.. No puedo más que sonreír. Los cartones de ¡wow, tock, plash,! etc, que colocaban en las peleas con los malvados, supongo respondían al énfasis que se quería dar en lo fuerte y macho de los puñetazos que se blandían entre el aire y las mandíbulas de los secuaces, del Guazón, Gatúbela, Pingüino o Acertijo, luchando en Ciudad Gótica o a lo mejor no era más que otra revolución técnica propia de la década de los cambios.

No puedo negar que los veía, bueno, pocas opciones diferentes había de canales de tv, si acaso dos o tres en la provincia, así que tocaba enamorarse de lo que transmitían las emisoras. Permítanme decirles, que siempre habrá sobre ustedes, cual espada de Damocles cierta sospecha homosexual. Hasta un tratado sobre ese hecho realizó un psiquiatra muy famoso de la época, el Dr. Frederic Wertham. La verdad, en mi opinión, poco relevante hoy, porque en el XXI , o sea los 2000, parece es ya menos tabú y más de aceptarnos tal cómo somos y aceptar a los demás tal y cómo son (¡ vaya!, sí , que lo sé, hay excepciones, todavía el tabú y la discriminación ronda, la homofobia de algunos aún marca marginalidad) pero, no es de negarse los avances.
En los sesenta , un escándalo entre los adultos-padres, hubiese sido el hablar de matrimonios gays, (¡término sofisticado de ahora!). Así que por ese lado, no tengo nada que decir.

Lo que sí extrañé siempre es la
incredulidad del Jefe de Policía y su teléfono rojo, el que nadie sospechara de la existencia de la baticueva, que guardaba celosamente al batimóvil y a todo un laboratorio fantástico de análisis de los actos criminales, secundado por el mayordomo infaltable Alfred. Luego las tías Agatha y Harriet aparecen para cuidar a Ricardo Díaz y a Robin. La verdad nunca se definió claramente que relación filial tenían ustedes dos.

Lo cierto es que nadie como “Adam West representando a Batman durante muchos años, siempre acompañado por Burt Ward como Robin.
Ambos son verdaderos iconos de los años 60 con sus apretados y coloridos disfraces de carnaval. Lee Meriwether es la felina y hermosa Catwoman. Cesar Romero es Joker con su cara pintada de blanco con algún que otro hueco sin tapar. Frank Gorshin es Acertijo y Burgess Meredith el Pingüino. Cabe decir que en la serie de TV Batman era acompañado también por Batgirl”
(El encomillado en negrita pertenece a la página web Cinema Dreamer)

Y más cierto es la solapada y sublimada ingenuidad con que estos super amigos, vivían sus vidas entre la riqueza de la alta sociedad y el restearse en las calles ante el llamado de la comandancia de la policía, para acabar con los malvados que acechaban la ciudad ,semejante a cualquier capital de ahora. No son quizás mis favoritos, Batman y Robin, espero no se enfaden mucho conmigo, pero…siento debilidad , lo confieso, por Superman , a quien ya le escribí su carta anteriormente publicada. Pero son de una época de mi vida, donde también yo, viví mis propias revoluciones de cambios, de pasar de niña a señorita y terminar la década comenzando la Universidad.
¡Los sesenta! Para unos, década de desenfrenos , de paz y amor, ahogados en alucinógenos. Para mi , como para otros, de vida “zanahoria”, “inocente” y de espectadora con ojos asombrados y maravillados ante la vida que se me presentaba delante de los ojos. Porque siguieron los setenta, la década de los descubrimientos, de mi vida sexual, de la carrera universitaria, del trabajo, del hacerme adulta y responsable total de mi vida de allí en adelante.

Queridos Batman y Robin, de nada valen ya la capucha y el antifaz.

Un beso enorme, de quien siempre sonreirá al recordarlos con sus ..plash, tock, wow…

Yo.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Carta al Silencio


Mi querido y extraño Silencio:

 

 Te escribo esta carta en medio de una tormenta, tormenta cierta,  con truenos y relámpagos, con lluvia que golpea fuerte los techos, que vibran y esparcen sus gotas como pedruscos en un derrumbe o deslizamiento de tierra.

Te escribo esta carta, desde el fondo de mi corazón, donde se produce otra tormenta que hiere mi vida.

Hoy, he estado particularmente triste y no es que sea cosa nueva, esto de la tristeza digo, cuestión que me ha asombrado y hace no me reconozca la más de las veces, porque siempre había sido alegre, porque soy alegre por naturaleza, pero desde hace un tiempo que cuenta años, se instaló en mí eso que llaman depresión. Y bien que está descrito el término, depresión, abatimiento, tristeza profunda, inhibición de todas las funciones psíquicas. Sí, ese querer, saber, que hay un mundo por  hacer y sin embargo, se siente una pesadez en las piernas, los brazos caídos, el ánimo que no permite el andar, los ojos siempre nublados, la vista perdida y perdida la estima que lucha por sobrevivir, en medio de tanto suceso pasado, pasando y por pasar.

Hoy me he sumido en  un silencio obligado por las circunstancias del amor. ¡Qué ironía! Cuando es el amor lo más bullicioso que existe. Pero llega el  momento de las grandes verdades, de reconocer el fracaso, de saber que no puede ser, que no hay vuelta atrás, que mañana en dos, no existe , por lo menos con quien pensaba podía existir. Y se planta el adiós, el dejar y eso para mí en medio del dolor es un silencio de tumba. Lo mejor es que me gustas silencio, pero por raticos. No soporto el silencio impuesto, el de las ausencias, el de los espacios vacíos, el silencio sin voz.

Así que aunque te llamé querido al principio, lo hice en honor, a los momentos en que te necesito para reflexionar sobre algo, o sobre el destino o la vida o la muerte, o la misma alegría de saberme aún aquí y escuchando el ruido de la naturaleza.

Pero en verdad, arrastrando este tiempo que sucumbe en la nada, eres silencio, lo que menos puedo querer en este instante, cuando la lluvia, que cae a raudales, no lava la historia que vivimos ella y yo.

 

¿Me despido de ti?  No creo sea posible. Vamos unidos, aunque no quiera.

Hasta siempre, entonces.

 

Yo.

 

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Al deseo






"Somos muchos los que perdemos la mitad de la vida en desear cosas que podríamos alcanzar, si no perdiéramos la mitad del tiempo en desearlas".
Wodleott


Querido y siempre anhelado deseo:

Pero ¡qué cosas! si ya en mi saludo, estoy dando la mitad casi de tu definición, la que habla del "anhelo de saciar un gusto" según Wilkipedia. Es decir, según entiendo, primero hay que tener un "gusto"; para tener un "gusto" supongo que antes hay de "degustarlo", en otras palabras, "haberlo probado". Significa esto entonces, que sólo deseamos lo conocido, lo probado, lo gustado. Tendrá razón entonces el dicho, "nadie extraña lo que no conoce" , aquí sería "nadie desea lo que no ha probado". Si esto es así, serían pocas cosas las que desearíamos tener, anhelar, procurar, extrañar, conseguir, etc. Porque muy pocos privilegiados, pueden haber probado por ejemplo ¿Caviar? o haber viajado a ¿la China?, o haberse bañado en aguas del Mar Muerto, o qué se yo cuántas cosas.

Yo por lo menos, deseo viajar, porque desde niña, mi padre era un amante de los viajes por Venezuela, he viajado fuera del país, (pocas veces, eh) admito le tomé gusto al avión, sólo que es muy caro ahora viajar en avión , ese deseo de transportarme , aunque sea por mi país cómodamente sentada, (a veces cómodamente, porque hay asientos de aviones y ¡asientos de aviones!), entre nubes, mirando desde arriba la tierra o al mar que se encrespa en sus olas.

Sí, deseo viajar, conocer otros lares, ir a Europa, o al sur de América. conocer amigos que hoy son virtuales, pero que sé son reales y que si nos encontramos, nos abrazaríamos en esa fusión de amistad que da el afecto desde el alma, porque sin vernos, el alma es quien ha hablado, por supuesto, esto es posible, entre seres, serios, maduros y que saben lo que es la vida y lo que se puede esperar de ella.

Siento el deseo de amar, porque he probado el amor, siento las ganas de estar con una pareja y compartir la vida, porque lo he vivido. Anhelo el conocer mucho de lo que he leído en Libros de Arte, visitar Museos, degustar gastronomías de las que he tenido apenas el gusto de hacerlo desde fuera de sus lugares de origen.

Deseo mucho, es verdad, o a lo mejor lo que más deseo, es tener salud y que los míos y los otros, la tengan por igual, así, como cierto bienestar económico, que no los haga padecer de hambre, de cobijo, de techo o medicinas. Estos últimos, son mis deseos primarios, los demás vienen dados por la consecución de estos.

Sin embargo, Wilkipedia nos sigue ilustrando:

"La agradabilidad que conmueve nuestros sentidos, sea por encauzamiento o motivado por vivencias pasadas o por neto reflejo corporal ya sea por objetos materiales, por saber, por personas o por afectos. Siendo el diametral sentido del desagrado parte de la definición personal del gusto, porque al catalogar nuestros gustos definimos los disgustos.
Siendo la consecuencia de uno o más
sentimientos no satisfechos, postergados de forma voluntaria o involuntaria.

El deseo es la consecuencia final de la
emoción inducida en origen por la variación del medio. La cadena causa-efecto que le corresponde es la siguiente: Emoción -> Sentimiento -> Deseo.

El deseo es una maquinación.

A cada deseo le precede un sentimiento, se puede decir que al deseo sexual le precede un sentimiento de atracción: p. ej. Siento atracción hacia ti, ¿te apetece tener sexo conmigo? Las normas sociales actuales hacen imposible que esta frase sea de uso cotidiano, sobre todo por el miedo al rechazo. No obstante, el deseo —sea del tipo que sea— y su satisfacción, forman parte de la naturaleza humana. Satisfacer los deseos de forma adecuada implica el uso de la
empatía para evitar agredir, y en consecuencia, provocar respuestas violentas en personas que, adecuadamente estimuladas, accederían sin problemas."



Alguno de Ustedes, ¿podría desenredar esto?
El deseo es una "maquinación". Debo entender también que es ¿una "manipulación"?


Escucho y he sabido de la noticia de una niña británica de trece años, que ha decidido morir en la paz de su hogar, (los médicos creen podría vivir unos seis meses más) no seguir tratamientos agresivos a su leucemia, a un trasplante de corazón, dañado por las quimio -terapias, recibidas desde los cinco años y que no garantiza una calidad de vida mejor ni más prolongada, además, puede morir en el quirófano. Y ese morir en paz, paradójicamente, va precedido de un deseo, un inmenso deseo de VIVIR sin padecer más dolores, más tratamientos que nada añadirán a su vuelta a la salud. Sus padres la apoyan, y ahora las Leyes.,le han dado la razón .
Esa niña de trece años tiene el deseo de saber lo que es vivir sin médicos, en la paz y el regocijo de su hogar, sin tener nada que ver con moralidades o éticas o rigores religiosos. Simplemente ha decidido, que lo que ha de pasar, pase sin los tratamientos que sólo le causan dolor y sufrimiento.

Y aqui, me quedo, como parada, porque como sobreviviente de un cáncer de mama, me pregunto...¿estaría dispuesta a volver a pasar por todo otra vez?.. Quizás mi respuesta sea que si, porque tuve la bondad en mi salud, de Dios, de mi manera de afrontarlo, de no padecer sufrimientos, ni dolores, ni traumas con el prolongado tratamiento en seis meses de quimio y radioterapia, después de una mastectomía radical. Sin embargo, no tengo hoy los cincuenta de ayer y eso, pesa.
Querido deseo, después de pensarte mucho, creo, me quedaré en el simple deseo, de amanecer cada día, dar gracias a Dios, mirar los ojos de quienes me aman y amo, hablar con mis mascotas, mirar el paisaje que me rodea, saborear el pan de cada día, percibir los aromas del jardín y de la sierra, atrapar rayos de sol y verlo partir en cada ocaso, con la esperanza y el anhelo de que mi memoria no me falle más allá de lo normal por los años, para en la siguiente aurora, saber que soy y estoy.


Sin dejar de desear siempre lo mejor, no me despido, no puedo.
Yo.

lunes, 27 de octubre de 2008

Carta al Horizonte


Querido Horizonte:


Te parecerá extraño, un poco loco, recibir esta carta. Quizás a alguien, aún, le parezca más rocambolesco el que haya una escribiente que le escriba al horizonte. Pero pasa, que no encuentro una línea más cercana, y en paradoja, más lejana al concepto de mañana, de futuro, que lo tú representas, mi añorado horizonte.
Esa línea difusa siempre inalcanzable, ese mirarte allí y al ir hacia tu encuentro, ver como te alejas y te haces inaccesible, quimera de ilusiones, tema de poetas, de enamorados, de románticos que ponen en la vista del “hacia allá”, ese mañana que nunca llega porque siempre es hoy.
Y precisamente hoy, mi horizonte se encuentra perdido, deambulando en oleajes ante mis ojos, cegado por la luz del sol, o escondido tras la nube gris que esconde a la luna pudorosa, ante la mirada de quienes creen encontrar en ella, el reflejo de su amor de hacer.

De repente mi querido horizonte, me he quedado con tu nombre al borde de mis labios, porque te he bautizado algunas veces con nombres de ciudades, de mares que bañan costas, de montañas con picos nevados, de llanuras que guardan manglares, con nombres de mujer, de niños que dormidos se acunan en mi corazón. ¡Qué pena tan absurda! se ha desprendido de ellos, el último, el que me ha dejado con el vacío de unos brazos que no abrazan, de unas manos que no consiguieron otras para entrelazarlas, de un hogar encendido, que ahora es la mengua de unos tizones que se apagan lentamente.

Y vuelvo a tratar de encontrarte, en medio de los fulgores, detrás de las montañas que guardan al este, ventana del alba, de auroras que hablan del día con luz recién nacida. Volteo al ocaso, y el oeste dibuja un oasis del instante preciso en que hay cambio de turno y la noche se hace dejando libres a las luciérnagas, a la vida sin luz que siempre es vida silenciosa en quienes andan sin dejar huellas, caminando sagaces, cazando a la presa que tiene por noche su inmensa madriguera.
Me detengo en el medio de la nada, medito cabizbaja y recuerdo un poema que escribí hace tiempo, haciendo de este instante el bordón que pueda sostener a esta alma mía, estrujada por el adiós. Resulta que desde este lado somos el horizonte de quienes nos ven como ese espacio difuso y lejano, desde allá, desde esa línea paralela que nos une en una mitad de algo, convirtiéndome entonces, en un nombre, quizás en una ilusión o realidad, de algún corazón que sueña con llegar hasta aquí.

No quisiera despedirme , no puedo además, allí estás, frente a mis ojos, te mire o no, allí estás como el sueño posible de alcanzarte o que me alcancen alguna vez.

Viviendo a pesar de las heridas del pasar, contemplando en ti la esperanza , te envío un beso y un hasta siempre, querido horizonte:

Yo, quien escribe esta carta dibujando el paisaje que nos regalas
.

martes, 14 de octubre de 2008

Para ti


Bien sabes que eres tú. No hace falta un encabezado que te nombre, que te identifique, bien tienes por cierto que esta carta es para ti, amor mío.
Desde que llegaste a esta mi vida de pasos lentos y mirada cansada, fuiste sueño atrapado en mi costado izquierdo, caverna que guarda al corazón amante. Desde que me sedujiste, con tu verbo alegre, tu invitación a viajar en aeroplano, a saltar sin paracaídas porque me jurabas teníamos alas y que todo era posible, mi existencia dormida despertó a los albores del amor nuevo, renovado en los bríos que restan de este otoño, que hoy pinta gris.

Llegaste, tardé en aceptar tanta alegría, tuve miedo, lo sé, también , tenía que sanar heridas recientes, no es justo no entregar el amor entero a quien extiende sus manos para asir las tuyas siguiendo el cuento de hadas que escribías para dos. Y dije sí. Y te susurré: te amo. Y me perdí. Me perdí en el loco carnaval que celebrabas. Pleno de antifaces, de misterios guardados en una fortaleza que nunca comprendí.

Quisiera saber amor, si en verdad fuimos felices en algún momento, porque hoy, sólo lágrimas aniegan mis ojos, un dolor agudo me atraviesa el pecho y mis manos vacías de siempre, más vacías están al nunca haberlas llenado con las tuyas, tan ofrecidas para el vivir.
Quisiera saber amor, qué pasó en este camino donde el encuentro se hizo desencuentro, dolor y pena en la ausencia nacida antes que la presencia de los cuerpos que se reconocen, como simbiosis, alquimia o simplemente pieles que saborean en sus papilas el ardor de las almas que se aman profundamente.

Perdona, es cierto, ¿de qué valen ya las palabras, para qué este rememorar lo imposible? Nos dimos la espalda en una batalla de una guerra sin cuartel, donde primó la soberbia quizás, la tozudez de dos que llegaron al vértice de un camino con algún jirón colgando del ayer que herido estaba. Demasiada historia en dos seres, demasiada andadura y poco ánimo de cambiar en pos del amor. Esa es la verdad cruel.
Nos arrolló el otoño, tu valentía fue un disfraz para el miedo y mis miedos fueron truenos que reclamaban la valentía que un día sembraste en mí.

Llegó el adiós. Ese adiós que se sabe sin vuelta atrás, sin un beso guardado como único resquicio, ventana abierta hacia un horizonte pleno de realizaciones e ilusiones hechas realidad.
Nos quedamos plantadas en el puesto de partida, no hay relevos , ni testigos que entregar, sólo un asombro, un desliz de palabras hirientes, una frustración que quema y una banderilla que descansa en la meta de la vida.
Nos perdimos amor, nos perdimos. Ni siquiera las palabras restan, porque de tanto decirte adiós, ya no encuentro cómo quedarme sin correr hacia ninguna parte, sin saber dónde quedó la brújula que desde mi sur, marcaba al norte.
Ahora no sé cómo dejar en esta carta que nunca quise escribir, mi despedida, porque miento si te digo que me alegro por cualquier cosa, sólo atino a desearte lo mejor y a pedir a Dios, me de fuerzas para levantarme de este tsunami que arrasó mi vida.

¿Te beso? ¡Sí, amor mío!
(Quedó pendiente , el encuentro y el café prometido)

Yo.



HE RECIBIDO ESTE MAIL...SIN FIRMA.
SUGERENCIA PARA UNA CARTA QUE NUNCA NUNCA DEBIA HABERSE ESCRITO
Mujer:
Una vez más felicito tu verbo, tu palabra exquisita, tu perfección sin límites, la lírica tejida cual croché del alma. Una vez más me adentro en tus historias, tu vida, que sin necesidad de encabezados muestra incuestionablemente tu talento, tu genio.
Yo también pienso que sabe quien es, mas no importa a quien vaya dirigida, todos los que hemos amado, y yo he amado mucho, nos sentimos inexcusablemente motivados a leer al Amor, ese Amor que sublimado en la dimensión de lo imposible se acrecentó, se enraizó en las similitudes, ramificó con los años de sueños y frustraciones, pero a pesar de todo floreció en cada letra que culpando o perdonando, terminando o recomenzando, con pesares o alegrías, con o sin encabezados, llevó invisible pero indeleble el sello de propiedad en cada sílaba.
Se que has amado tanto, que tu amor cubrió la tierra árida de un pasto reverdecido, que tu amor fue tan fuerte que soportó huracanes, tsunamis y terremotos, tan paciente que después de arar el universo con semillas de cielo acunaste al Sol entre tus brazos para que no quemara al medio día la piel que lejos, se desprendía a jirones de algún cuerpo que no pudiste tocar para sanarlo entre tus labios y tus brazos.
Todo lo sé porque he andado contigo tramo a tramo de la desesperanza, porque en ese largo camino de la espera infecunda y maldecida, fui testigo silente de fronteras y los que callan, los que no han aprendido a sacar de las entrañas el dolor que las cuece, los que no sacrifican las generalidades por particularidades hondas, tercas, firmes, infinitas, los que somos a penas ya un suspiro que se escapa furtivo para no convertirse en fuerte interrogante de los otros, sentimos los decibelios del amor propio o ajeno.
Por eso reconocemos la valentía que ha de tener quien sobrepone los imposibles reales, los imposibles que se erigen desde causas externas, que van desde las geográficas y políticas hasta las eminentemente humanas, a la ilusión personal de un amor de compatibilidades y floresta, la terrible valentia de los que no provocan el laceramiento ajeno por propios placeres, los que respetan las decenas de calendarios compartidos en dolores insuperables y comunes que yacen para siempre a los pies de los esfuerzos.
Por eso te comprendo, por eso me lastima tu dolor y lo comparto, por eso aunque observadora simple, entro a la escena a interactuar en esa despedida de tu carta que asumo como mía, yo también me he despedido tantas veces y no he podido escribir ni un sólo párrafo.
Hoy que tantas cosas justifican esta amistad indestructible, hoy que dispuesta y convencida asumo tus roles como míos, quisiera aconsejarte que repases tus letras, que revises la copia como hacías de niña en tu tarea. Suprímele tus dudas, no empañes al Amor con las cavilaciones que el enojo o la siempre tristeza intentan opacarlo. Fueron felices, si y lo sabes…! De eso no tengo dudas. Te vi en aquellos tiempos, sin tiempo para ninguna otra cosa que la espera de encontrar algún signo de su ausente presencia, disfrutar el advenimiento de su aura, besar la sombra de su imagen, deleitarte en su boca pintándole los labios con tu lengua húmeda y dulzona, hacer el amor incluso de memoria con los ojos cerrados por caminos inciertos, desconocidos, nuevos y sentir la invasión de tus sentidos con una lluvia viva y cadenciosa que fue mojando tu contorno y partiéndote al medio de la vida en la diana del goce y la locura.
Que hoy en ti no sea igual, eso lo entiendo, pero no significa que lo vivido fuera diferente, porque sabes, me consta fue divino. Como simple abogada de los Diablos que viven en los cuerpos (… y también en las almas) trato de recordarte que en estos largos días de silencio, de escasas notas simples, de la misma distancia más distante, de aparente soledad multiplicada, no sabes lo que pasa, ni si el Amor abandonó aquel nido, ni si olvidaron tus profundas huellas en esa arena cálida de playa que rompe olas contra la corriente.
Si vas a amar de nuevo cara amiga, yo me alegro contigo. Si no es así y todavía lo amas, revisa el contenido de esta carta que nunca escribiría yo, conmigo. Vuelve a pensar en el destinatario, revisa cada hoja del camino, cada esquina de un verso, la sábana arrugada del poema que cabalgó tu cuerpo en desenfreno, la estrofa de aquel libro comentado que te bañó en sudor de amar y amarse.
Después si es que tú insistes, volverás hasta el borde de tu historia a tirar de la punta de una estrella y escribirás tal vez la nueva carta, a algún nuevo tal vez destinatario que no sabrá jamás a quien le dueles, ni por qué a veces sin razón tú acabas llevándome clavada a tu costado, refugio eterno de tus confesiones.

domingo, 5 de octubre de 2008

Carta a la Noche


Querida Noche:

Salgo al descampado de mi casa. Una tenue luz embarga la obscuridad del “afuera”, sin el candil del hogar encendido, con el farol de la calle a media luz, en un poste más allá del espacio que habito. Cierro los ojos y encuentro dentro de mis párpados una noche más obscura, sólo encendida en los reflejos de la película que comienza a rodar, de mi vida de hoy. No puedo negar en este instante, es así, lo consustanciada que me siento con la naturaleza y la paz que irradia el canto de las aves al despuntar el alba, al igual que el llamado de las mismas en el ocaso, al recogerse en sus nidos.
El sol ha huido detrás de una nube gris, quizás persiguiendo a otra de color ocre que se escapó primero antes de su partida hacia el oeste de la tierra, que da vueltas sin parar, como una noria gigante, en este crepúsculo que trajo a la noche pendida de un haz de luna.
Y me encuentras noche y te encuentro, convirtiéndonos en protagonistas de tu magia. Las sombras se adelantan o persiguen a los cuerpos, los cantos de los grillos, las luces de las luciérnagas, los ojos encendidos de alguna musaraña perdida en un bosque que da al río. Los perros que ladran avisando la llegada de un extraño, o por la solidaridad de la escucha de algún aullido lejano, de otro perro que quizás está sufriendo algún dolor. Ejemplo para el humano que pasa de largo ante el grito de otro humano vecino y prójimo, que clama presencia o tal vez, el refugio de un hombro amigo para la pena sentida.
Te escribo noche, porque en ti se dan los sueños y las ilusiones que la luz solar encandila con el día. Porque es fácil en medio de los temores que también traes, creer en hadas o en ángeles que nos protegen de las pesadillas que siempre nos rondan. Porque bajo tu amparo, es posible besar la imagen del ser amado cuántas veces se quiera, sin las miradas indiscretas de quienes no saben, no quieren, no aman, un papel de fotografía como puedo amarlo yo; e imaginar mundos y noches distintas, y sentir que es posible el orgasmo fundido en los cuerpos que se aman además de la piel con el alma.

Te escribo noche, bajo el manto de un poema o de una prosa perdida y encontrada bajo los rumores de unos pasos furtivos, que dejaron huellas en el corazón amante.
Te escribo noche, esta carta nunca escrita, porque en ti y por ti, he tenido entre mis brazos al amor, en la pureza de la inocencia de mi pensamiento y credulidad absoluta de su existir.
Otros amantes te tendrán por abrigo, siendo en tus horas, los dueños absolutos de todas sus fantasías.
Mientras yo, contemplo estrellas, luceros lejanos y una luna que se pierde detrás del velo de esta lluvia que recrea olvidos que son recuerdos.

Llega al medio final de esta carta, quien de ti se despide Noche, quedando eternamente contigo, en la espera de otro sueño realizable, Yo, quien siempre te guarda y aguarda para ver salir el sol, en una nueva aurora.

martes, 23 de septiembre de 2008

Carta a la última ausencia


Mi "instalada" ausencia:


Instalada, ¡sí!, porque de querida poco me queda decir, aunque he de reconocer que llegan momentos, días o instantes que una ausencia, o dos , o tres, se hacen necesarias para poder seguir adelante, sin lastres en menoscabos de salud mental y hasta física.

Y es que ocurre, mi querida ausencia, (solventadas algunas razones, te miro, querida, aunque aún con un toque de ironía en el tono de ese "querida", lo confieso), ocurre repito, que aunque me has desgarrado el alma, roto el corazón, hecho harapos la piel y diluído en un mar de lágrimas los ojos, he tenido que aprender a sobrevivir a todas mis ausencias.


Ausencias repetidas en seres amados que han partido antes, algunas inesperadamente, otras a sabiendas ocurrirían más temprano que tarde, otras en el tiempo de pasar largo y otras en mis mascotas, compañeras fieles de años de mi vida, de amores que sólo parece comprenden quienes tenemos en ellos a amigos y compañeros solidarios, entrañables y entregados realmente a un@. He tenido que pasar y pasar por el calvario de un víacruces de ausencias de amor.

Partidas irremediables en el ocaso de alguna relación de pareja, donde el despedirse es largo y doloroso, aunque nos encontremos luego inmersas en otra dimensión del amor, logrando ser compañeras, amigas y hasta confidentes de quienes un día aparcaron en el sentimiento y creímos en el repetido "para siempre", cuando Sabines, nos hizo saber en sus versos que el siempre tiene fecha de caducidad:


"¿En qué lugar, en dónde,
a qué deshoras
me dirás que te amo?
Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba..."


"Porque la eternidad se nos acaba", y es verdad. Entonces llega el momento de otras despedidas, de otro comprender que es difícil rescatar algo de lo que nos llenó de ilusiones, de sueños y hasta de arquitectura en el construir un mañana (idílico, lo sé, ¡total! ¿quién sabe de mañanas ciertas?) pero de guardar en el corazón la esperanza y el paso firme sobre la tierra de un convivir entrelazadas hasta el final de la carne, que del alma ya sabemos lo que se dice por allí tan repetidamente como un eco entre montañas.

Alguna vez, en este otoño de hojas que caen, al ir cumpliendo su etapa asida a las ramas de su árbol, he quedado atenazada en una barandilla de algún aeropuerto, viendo alzar vuelo no a un avión, a un amor. En otra, he esperado, luchado, por "comprender" cómo se puede amar y esperar ser amad@, prohibiendo hasta el estar a cien kilómetros a la redonda en un todo vedado, reducida la expresión y el estar presente en "carne viva", a los caprichos de una parte, por razones equivocadas y maneras más equivocadas aún de emprender, dizque un camino, sumidas en un limbo, que no en tierra firme.


¿Cómo estar presente si ni puedo llamarte, ni me llamas, ni puedo escribirte, porque no tienes privacidad, dejando todo a la modernidad de hoy en unos mensajes de texto telefónicos, que a veces enredan más que desenredan, sometiendo la vida a un NO constante?

Entonces...llega el momento de las ausencias todas, en la estación penúltima de la vida. Acude a instalarse el silencio anunciado y nunca creído por tanto adiós dicho en el transcurrir del tiempo y tanto volver con la intención de quedarse, hasta que ¡ya!, se rebasan todos los vasos y se instala esa ausencia que quema, que nos deja huérfanos, desorientados, perdidos y con el sabor amargo de lo inconcluso, la frustración de no haber sabido nunca a qué saben los besos de una boca siempre ansiada, prometida, pero que al arribar al momento del llegar, forman sus labios la figura redonda de un nO colosal, huidizo.


Es por ello, mi querida, rara, etérea, extraña en lo que incumbe tu existir, ausencia de hoy, que dejo al azar del tiempo, la cura de la herida que dejaste, como han sido sanadas otras heridas, que dejaron huellas profundas en su momento y que al pasar el inexorable tic-tac del reloj de la vida, cual dunas danzantes, se han ido diluyendo en las cicatrices que quedaron.

No niego recuerdos gratos, no niego los sueños siempre alentadores, lo que me duele es...

Pero me alcanzará el día, que ya no dolerán. Ya mi bendita manía de creer en todo y ser verdad en todo, hará de mí, la nueva fortaleza para seguir de la mano de las presencias que hay en algunas ausencias y en las manos que aprietan o apretarán las mías.


Hasta siempre ausencia...que así me llamo también Yo, en la vida que vivo.






domingo, 14 de septiembre de 2008

Carta a Jean Webster


Mi querida Alicia:


Porque tu nombre real, Jean Webster, era, Alicia Jean Chandler Webster. Tu segundo nombre y apellido, dieron autoría a una de las novelas que en mis años de juventud, comprada ahorrando las monedas de mi transporte al liceo, caminando bajo un sol inclemente, en tierra tropical, me permitieron soñar con alguna vez en la vida, publicar unas cartas que hicieran un manojo de ellas, atadas con cinta de color de rosas.
Papaito piernas largas me enamoró de Jervis Pendlenton, de su protagonista, Jerusha Abbot, y de los inocentes enredos que llevaron a la residente del orfanato a seguir su rumbo bendecida por la bondad de un miembro del patronato que sostenía económicamente al mismo, becándola para que siguiera sus estudios. Su empeño en conocerlo y la condición expuesta por el benefactor, que no se conociera su identidad, azuzaron la curiosidad y en el momento de querer agradecer lo único que logró divisar fue la sombra de sus piernas proyectadas largas hasta la pared, creando en su mente la imaginación de un hombre mayor muy alto, con piernas largas.

Las cartas que seguro muchos de ustedes leyeron también en su momento, son un legado de ti, Jean, de buena escritura, de un estilo epistolar que llenaba de emociones el corazón de una adolescente como yo, embebida en los libros juveniles de la época como Mujercitas, de Louisa May Alcott. O las novelas hasta de obligatoria lectura escolar como María de Jorge Isaacs, escritor colombiano, quien bien supo combinar el costumbrismo de la época, su entorno geográfico a la prosa de su novela, arrancando no pocas lágrimas a mi sensible corazón, en el habitar de mi mundo, donde mis únicos amigos eran los libros. Desde antes ya me había literalmente "comido", todas las novelas de autores venezolanos que me hicieron conocer a mi patria costumbrista, rural y campesina, como Doña Bárbara, Pobre Negro, Canaima y un largo contar de Cuentos como La hora menguada, El emigrante, de Don Rómulo Gallegos, el gran novelista y político, quien fuera presidente de la República en el año 1948, de quien supe después, ante la imposibilidad de procrear propios hijos había adoptado a una niña, a quien le leía todo lo que escribía y a la que jamás enseñó a leer. Circunstancia que siempre me ha hecho pensar en las rarezas privadas de los grandes hombres que ante el mundo muestran un rostro ajeno al propio, de la intimidad de su ser.

Así sería un no detenerme en las novelas y en sus escritores que dejaron huella en mí, me reservo el nombre y obra de alguna escritora venezolana, para quien siempre he guardado una carta muy especial.

Pero me dirás Alicia, me preguntarás en tu tratar de comprenderme, sobre todo en mi castellano, ¿por qué te escribo? Tú, de New York nacida en 1876, autora de obras juveniles donde retratabas el vivir en suburbios , orfanatos. Donde la situación de orfandad de otros movía tus fibras de mujer creyente en el ser humano, porque siempre a tus protagonistas los sacabas del ambiente en que se levantaron, triunfantes para la vida. No es raro escribieras y publicaras, sobrina de Mark Twain, hija de padre editor, fue la literatura el eje de tus estudios de Lengua Inglesa y Ciencias Económicas, colaborando ya como escritora al culminar estudios, en variadas y diversas revistas.

Es indudable que el tema escolar fue siempre el eje de tus publicaciones, de tu relatar la vida de los niños, de los adolescentes y sobre todo al conocer de la vida en instituciones que recogían huérfanos y delincuentes juveniles, el llevar un hálito de vida en la esperanza de verlos salir adelante en la vida, si se le brinda a estos jóvenes, la atención y la dedicación adecuada. Fuiste activista por los derechos de la mujer, por las reformas institucionales.

Es alli donde, las cartas a Papaito piernas largas, hacen de tu historia, la mezcla justa del denodado esfuerzo de superación de una chiquilla de diecisiete años, abandonada ya a su suerte al no ser adoptada antes de los catorce y siendo ya imposible el seguir en el orfanato, con el romance y adaptación a una nueva realidad desconocida, a un nivel social distinto, donde también encuentra no menos de una miseria humana a la luz de los albores de una alta sociedad. Siempre tenue, lo sé. Leí el libro mil veces Jean o Alicia, aún hoy sonrío ante esas misivas tan bien escritas, con ese toque de humor, la inocencia y el crecimiento en los años, dejando ver la madurez en las cartas que se convirtieron en su diario de vida, la de la Judy claro, hasta que escribiste esa última, corta, maravillosa, carta, culminación de una etapa y principio de una vida distinta en el matrimonio que le esperaba:


"Te extraño horriblemente, Jervie querido, pero es una nostalgia feliz; pronto estaremos juntos y ahora sí que nos pertenecemos sin duda alguna; nada de juegos de "hacer creer". Parece raro que yo por fin a alguien ¿no?. Pero es una sensación muy, muy dulce.... Y no dejaré que lo lamentes ni un solo instante.
Tuya para siempre,
Judy
P.D. Esta es la primera carta de amor que escribo en mi vida.
¿No es una maravilla que haya sabido cómo hacerla?"


Mi querida Jean, creo que de tu historia, lo que más me conmueve es la cortedad de tu vida, y el tanto hacer en ella, (otros pasamos más tiempo sobre la tierra y siempre dejamos un mundo para hacer después, que alli se queda, en el después).

En 1915 te casas con Glenn McKinney, quedas embarazada, ingresas al Hospital Sloan por la tarde del 10 de junio de 1916, a la 10:30 pm, diste a luz a una niña, todo iba tan bien, pero sin mediar mucho tiempo, sufriste de sepsis puerperal, dejando de existir (físicamente) el 11 de junio de 1916, a la 7:30 am. Contabas sólo con ¡cuarenta años!. Tu hija, fruto del amor con el hombre de tu vida y el amor que siempre fuiste para con todos, lleva el nombre de Jean en tu honor.


Hoy en esta mi carta que nunca escribí, quiero dejarte mi admiración y agradecimiento, por todo cuanto aprendí de ti, en tu estilo epistolar y luego, cuando la vida me llevó por ejercicio profesional a visitar centros de atención juvenil, cárceles y a vivir dentro de instituciones escolares para jóvenes y adolescentes, el tener claro lo que Rousseau decía, "denme un niño y haré de él lo que yo quiera que sea". En concordancia con las teorías de las Leyes de la Gestalt, nacemos para triunfar.


Papaito piernas largas, será siempre en mi corazón, un referente obligado en mis Cartas que nunca escribí.


Con todo mi afecto y respeto por tus causas,

Yo, la siempre soñadora con alguna sombra que refleje las piernas largas o cortas de la bien amada en la vida.




sábado, 6 de septiembre de 2008

Carta a mi hija


Amada mía:

Han pasado los años, aunque suene a bolero de la Durcal, ha sido así. Llegaste a mi vida, en momentos cuando yo despuntaba a la mía. Cuando yo apenas, comenzaba a abrir los ojos en el despertar del mundo y a los quehaceres que me tocaban vivir. Pero, conocí a tu padre y me enamoré “locamente” de él, como si el amor no fuera siempre una locura.

Y aquí estás, hecha una mujer, una adulta más grande que yo, quizás, -que no en tamaño de estatura física , que allí las dos vamos iguales-, en personalidad, en arrestos para afrontar los avatares del diario pasar de los tiempos de hoy.
Te miro mujer, madura, preparando tu nido para volar a él, en la “justa ley de la vida”, (¡leyes de la vida! tácitas leyes, vivas leyes, luminosas leyes y hasta grises leyes), y yo, me miro aquí…en tu espejo: detrás de él; en tu esperanza: asida a la tuya como nunca tú a la mía desde que nos conocimos y reconocimos como madre e hija. Porque nos “graduamos el mismo día en que naciste", en esta carrera, donde la verdad campea, en que nunca termina de tantos post-grados que hemos y estamos realizando.

Pero heme aquí, feliz por ti y con la desazón en el cuerpo y alma, porque ya no estarás más en este hogar que construimos para ti, para nosotros, -aunque entre tu padre y yo ya no exista el mismo compartir-, sigue aquí , en ti y en mi, por ser tu creador junto conmigo.

Heme aquí, acompañándote en todos los preparativos, no me sueltas y yo…que no quiero soltarte, lloro y río e imagino mi vida sin ti.

Tendré que, adecuarme al silencio, eres voz grave y bulliciosa. A entrar a tu habitación y encontrarla arreglada, sin los aretes tirados en cualquier parte o la ropa dejada sobre la silla de tu peinadora, para colgarla después en tu closet. Tendré que acostúmbrame a que no me regañes y yo a callar para no decirte cuatro cosas cuando me provocas o al decírtelas, andar luego las dos como perros regañados buscándonos para abrazarnos y decirnos lo siento al unísono, aunque las palabras huyan.
Tendré que acostúmbrame a no tener tu presencia diaria. Mas…mi imaginación vuela y de repente , te veo entrar con mi nieto, con tu esposo, hijo ahora de mi corazón. Y la vida vuelve a sonreír en eternidades de tierra, en saber que no fue una despedida, que fue una llegada cargada de amor y de buenos augurios en la labor cumplida en etapas de ser madre. Ahora tú, serás más mi hija, en comunión eterna, porque ahora soy madre por partida doble , pero serás tú la encargada de formar a tu hijo, arreglando nuestros entuertos en la formación que te dimos y cometiendo los tuyos propios. Cuenta conmigo, cuando te sientas abatida, cuando rías de felicidad y cuando tengas que comenzar a soltar las manos del ser que llevaste en tu vientre.
¡Sé feliz hija mía, que tu felicidad es la mía! ¡Sé feliz y vive la vida para la que te preparé, a sabiendas que algún día tendría que desprenderme lentamente de tus manos para que volaras libre a tu propio destino, hogar de tus amores!

¡Sé feliz vida de mi vida!

Tu mami que te ama infinito,
Yo

PD: ESTA SERÍA LA CARTA QUE HOY LE ESCRIBIRÍA A MI HIJA, SI HUBIERA TENIDO UNA HIJA.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Carta a la esperanza


Carta a la esperanza:

Mi querida esperanza. ¡Sí! A la esperanza de esperar, de creer en “algo que deseamos y alguna vez llegará, pasará, será dado, etc, etc”
Te escribo esta carta con la “esperanza” que alguna vez toda mi “desesperanza” quede guardada en el remoto lugar del ático de mi memoria, tratando ser olvido, de todo lo que me “duele, angustia, no llega, no pasa, no intento porque…, o porque hay otros que…o porque lo intenté millones de veces…o porque la paciencia tiene un límite…o porque de plano me cortaron las alas, o por otro largo, larguísimo etc”.

¡Cuántas veces me he aferrado a ti, cuántas otras sigo asida a tus hilos invisibles y que sólo el alma o el corazón son capaces de ver!
¡Cuántas veces repito a diario, “bueno, ¡que se le va a hacer, otro día será!", y dejo en la esperanza el logro de ese algo que esperaba con ansias o que, ilusa de mí, siempre, creí pasaría porque así lo soñé, lo desee, lo hablamos, lo planificamos o simplemente lo pediste alguna vez (es al amor aquí, a quien me refiero; a veces con la esperanza me pasa, que se me van los tiempos en los sujetos, verbos y predicados).
Porque si hay algo que está pleno, lleno de esperanzas es el amor. Y en mi amor, es ella la que me ha mantenido ayer, me mantuvo hoy y quiero creer que si hay alguna oportunidad para ese mañana incierto, sea mi esperanza la adalid que luche contra la desesperanza de sentirme una vez más, colgada en alguna rama del “árbol milenario del tiempo”, esperando por quien jamás se hará presente, y de quien ni siquiera guardo una imagen real, clara de su rostro, de su cuerpo, de su ser.

Tanto se ha dicho esperanza de ti. Todos te nombran, todos, te cargan de todas sus ilusiones y sueños, de sus realidades por realizar, de sus metas, logros, objetivos. Y tú, que todo lo llenas, te llamas dios, hada, maga, ángel, ser divino, en el cual creemos en creencia propia, para esperar , todo salga bien, todo sea dado en bienestar, así sea con un quinto de lotería.

Te pido esperanza mía, la que me habita, la que no me abandona, que sigas fiel a mí como yo lo he sido contigo, y que si alguna vez , aún muriendo, llegase a tocar sus manos, sería entonces, la muestra fehaciente, de que eres tú, esperanza, lo último que se pierde, habiendo aunque sea, un hálito de vida.
Y termino esta carta, con una frase que me identifica plenamente contigo:

Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol.
Martin Luther King (1929-1968) Religioso estadounidense

Se despide de ti, yo, quien atentamente, sigue pendida de tus brazos, esperanza mía.

lunes, 25 de agosto de 2008

Carta al Espejo




Mi querido Espejo:






¿Espejo o espejos? Es que hay varios en la casa y por un extraño sortilegio, cada uno parece devuelve imágenes de mujeres distintas. Uno, a una mujer más "rellenita" , otro , a una más "delgada" y hasta a una, un poco "recortada". Mmmmm, creo te escribiré a tí, Espejo de mi cuarto, de mi habitación, el que me mira desnuda al salir del baño, o cuando me visto o cambio de ropa. El que delinea mi rostro silenciosamente y sin embargo escucho el correr del tiempo sobre el azogue y la arena que me refleja.

Creo te escribiré a ti, el que retorna la figura de un cuerpo donde todo va "en caída libre y sin estación de parada". A ti, al que a veces ni miro de frente, no porque tema lo que encuentro, si no porque alguna vez llora conmigo y una lágrima corre furtiva aún sobre él, o porque no encuentro una parte de mi cuerpo que se quedó atrás, en el pasado; a ti, quien me habla de una mujer, que no reconozco a veces, que miro con atención y no encuentro a la que vive en mí.
Te escribo esta carta Espejo de mi cuarto, donde tantas veces me he recostado sobre la peinadora que te contiene, sacudiendo mi cabeza, tratando con el gesto, echar al viento todos los males que en tropel, a veces me aquejan.

Y es que eres, tan de estar conmigo y con todos. Tienes el misterio de quien te mira y queda atrapado en ti. Devuelves mil rostros, muecas, giros de un cuerpo que se mira según se siente. Que se viste según se cree, que se imagina lo que dirán los demás, después de verse elegante, encantador o encantadora, según sea el caso. Porque el ser humano, -mira qué cosas-, es tan extraño, tiene tantas visiones de si mismo. Se planta frente a ti y se ve como se figura es, sin escudriñar la realidad de un rostro, un cuerpo que acusa los años que no perdonan y la vanidad de vanidades, siendo todo vanidad, te hace creer que todos admirarán lo que tú ves en ese espejo tuyo, que te habla según el idioma que le enseñaste.

Te escribo esta carta Espejo mío, porque hoy he descubierto que puedo mirarme por dentro sin mirarme en ti, y al hacerlo encontrar a todos los otros yo, que encerré en mí cual espejo de Alicia, o historia encantada, al guardar a cada ser reflejado en mí, como si yo fuera parte de ellos, resultando ser, parte de nada, porque nada fui, por lo menos de algunos. O de alguna, que me iportara más.

Te miro con nostalgia en este momento, no por añorar años idos y juventud vivida, ¡no!, que feliz y amante soy de mis años, con mis lineas de expresión o lo obesa que pueda estar. Pero te miro con la melancolía innegable, de saber que mañana, ésta que hoy amaneció con el amor goteando en los labios, ya no será más en el retrato que guardarás, misteriosamente, detrás de ti.

Si alguna vez, espejo mío, vuelves a mirarme con una sonrisa estampada en el rostro, por favor, sílbame antes de partir, para saber que la felicidad al fín me hace guiños, porque encontré la verdad en el sentir.

Se despide de ti, quien aunque no quiera, te tiene delante reflejando tal vez a una, que no soy yo.




martes, 19 de agosto de 2008

A ti, a quien llegas aqui, a denigrar de otros


Jamás creí fuera necesario escribir una nota como esta, en este espacio dedicado, al más puro sentimiento de escribir unas cartas que se quedaron en el tintero de mi vida, o que van surgiendo según va pasando el vivir.

Me he visto en la necesidad de borrar comentarios ofensivos, en uno de los posts aqui expuestos. En una mis cartas. Usuarios, lectores que ofenden a otros. No me gusta moderar comentarios, y no lo hago porque nunca sé si podré autorizarlos todo el tiempo, no sé lo que me pueda ocurrir, por tiempo largo o por tiempo corto o simplemente, porque desaparezca de la faz de la tierra, porque llegó mi día de partir.


Por eso te pido a ti, a quien llegas, -no con el deseo y el gusto de leer unas cartas escritas al vuelo de una pluma-, que recapacites en la actitud nada cónsona con escritores o amantes de la palabra que se recrean en ella. Las cuestiones personales, se dirimen precisamente a nivel personal e íntimo, no ofendiéndose públicamente y ofendiendo a quien de buena fe, entra a esta casa a disfrutar, discutir, dejar su parecer, sus criterios válidos, sus comentarios sobre el impacto que deja mi sentir en estas cartas que nunca escribí.


Pido, respeto y consideración a quienes considero, adultos y seres capaces de dirimir sus diferencias en el plano que corresponda, en lo privado y nos permitan a los otros, seguir disfrutando de estas palabras que van en vuelo de una carta con destino cierto: a ti, amigo lector, a ti, amor de mi vida o a ti, ser que eres mi amigo en el prójimo que somos.
(Aclaro , no es a mi a quien van dirigidos los comentarios. Tomaron una de mis cartas, para insultarse, denigrar, entre lectores del blog, los cuales dan la impresión, se conocen y toman este espacio o cualquiera, -imagino-, para dejar comentarios soeces sobre ellos mismos, tipo venganza de "algo". Es realmente inadmisible, conductas de este tipo, y ruego no tomen este espacio, que es de todos, es cierto, pero es de todos, con el mayor de los respetos, del uno, para el otro.)


Muchas gracias.



martes, 5 de agosto de 2008

Carta al Adiós y una Carta que me llegó de una amiga, a su amiga Teresa, ante la muerte de su madre.




Mi siempre presente Adiós:


¡Qué locura parece esta! Escribirle al adiós una carta, ¿de despedida?. La verdad ni comprendo bien lo que estoy haciendo, sólo sé que hoy un adiós me pesa en el alma, y , lo más triste, me pesa en la nada. En este 2008 he tenido dolorosas pérdidas, sobre todo la de mi padre a comienzos de año. Una pérdida de esas en la que una entierra junto con el ser que le dio la vida: un trozo de la carne, un torrente de sangre, una parte de corazón y un mucho de alma. Pero aunque parezca un desatino, el dolor ha sido menguado por la convicción del presagio de sus años y el saber que desde hacía algunos, vivía por la gracia de Dios.

He tenido a lo largo de mi vida adioses que me han marcado para siempre, amigos que han partido muy temprano, mascotas amadas y amores que se esfumaron en medio del "hasta aquí llegamos". Hasta he tenido que despedirme de partes de mi cuerpo, de mis entrañas, de un seno, las muelas del juicio, inclusive de las amígdalas. Son pérdidas, son adioses también y si no, que me lo diga el espejo, cada vez que desnuda estoy frente de él.

Sin embargo, he podido superar todas esas despedidas, con entereza, con valor, y hasta con alegría algunas, las del quirófano por ej., me han salvado la
vida.
Lo que me ha costado un mundo, es superar el adiós del amor en este otoño que me habita.
Y hoy....hoy más que nunca, he sentido esa daga que venía traspasando mi ser lentamente con un dolor, callado, nublado en mis ojos llorosos, en
el gemir sin escándalo alguno. Porque cuando grito, vocifero, entro en cólera y digo ¡adiós!, ni siquiera lo estoy sintiendo de veras, no deja de ser una "pataleta" que luego, pasa, y pareciera la ternura se instalara de nuevo en mí con más fuerza. Pero desde ayer y hoy como colofón, este adiós, se hizo silencio y supe, que me despedí de ella, sin un grito, sin llamarla y dejarle un mensaje de voz de esos que revientan a cualquiera, sin escribirle que la odiaba, cuando en realidad le gritaba ¡te amo!...hoy...por una extraña razón, al fín comprendí que este adiós es una salvación para las dos.

De esta manera, siempre esquivo Adiós de los hombres, construido de mil razones, agazapado en las encrucijadas de todos los caminos, asaltante que roba al indefenso sus tesoros guardados por años; espada y estoque, redención y salvación, muerte y desamparo, te escribo para aunar en tu largo peregrinar, uno más que me destroza en vida, dejándome indefensa , vulnerable, en estos años donde la soledad, puede ser un espacio deseado, como también, una cárcel indeseable.
Mil cosas tengo por hacer, sin embargo, a ti mi Adiós de hoy, te debo el labrar un jirón del tiempo que me queda por vivir, con las manos vacías y los brazos yertos ante la falta del ser con el cual creí, (siempre ilusa de mí) terminaría sembrando un jardín y cosechando un huerto.

Me despido de ti, mi Adiós perenne y compañero fiel de mis andanzas por la vida, hasta la próxima pérdida de un alguien, un algo o de mi misma
, pero te dejo, con la convicción del duelo que pasará, del tiempo que coloca sus apósitos en las heridas que va dejando su propia despedida y el resquicio, por donde siempre pasará, el haz de luz de todas las alegrías.

Atentamente, Yo, la que se queda.





Querida Teresa:


Adiós es un término que no acierto a catalogar.
Aún no sé si es:
un gesto que designa un espacio donde enmarcar la lejanía,
un silencio donde la soledad permite el análisis profundo o la valoración exacta de “X” persona con quien ya no estamos,
o una puerta hacia otra dimensión.
No sé incluso si es un concepto definitivo, temporal o exclusivamente singular.
Dentro de las categorías filosóficas Tiempo y Espacio donde ubicar al Adiós.
¿A dónde pertenece…? ¿A las dos…?
Hace poco leía el escrito de una amiga, una gran amiga dicho sea de paso, que dirigió una epístola al vocablo. Una sentida carta a todos los Adioses que exacerbó este eterno conflicto que no logro resolver muy a pesar mío. Incluso he llegado, claro que por momentos, al absurdo de creerlo un ardid de poetas, novelistas, escritores en fin - y créanme me incluyo - utilizado cual recurso del método para la tristeza, un regodeo para las almas que gustan del melodrama húmedo y conspicuo.
Pero después comienzo a desandar la idea, porque otros hay que sin pertenecer al gremio, se sumergen en el mar del Adiós zambulléndose hasta tocar fondo en franca flagelación de otros sentimientos igualmente importantes.
¿Qué es en definitiva el Adiós? ¿Qué es lo que desde el punto de vista semántico, se plantea? Interjección que se emplea para despedirse, que denota que ya algo es irremediable, para designar un daño o sorpresa desagradable.
Etimológicamente formada por el prefijo “A” que implica negación y “Dios” que significa para el monoteísmo: ser supremo creador de todo cuanto existe y para el politeísmo: cualquiera de las deidades de su religión. Podríamos también pensar que quiere decir “sin Dios”.
Hoy leyendo a mi amiga creo que bien pudiera aceptar en principio esta denominación porque el Adiós produce en algunos momentos un dolor tan intenso, tan profundamente desgarrador, que se convierte en la negación tácita y absoluta de la existencia de algún Ser Supremo, hay Adioses que te lanzan a punta de pie del Paraíso y parecen dejarte sin posibilidades de regreso.
Otras veces vuelvo sobre la idea y creo que en eso de Dios hay una fuerte propensión de algunos (quiero ser prudente) al ejercicio del endiosamiento, si endiosamos a alguien y luego por las razones que sean, válidas o inválidas, nos quedamos sin ese Dios cárnico, asequible, si somos sacados de su diestra, ese adiós es sinónimo de invasión de tropas élites con órdenes de combate de tierra arrasada.
Yo, como todos, me he separado de personas, de partes y de cosas, desde aquella muñeca patilarga de mi primera infancia con la que aprendí que puede ser la madre más pequeña que el hijo (me sacaba una cuarta), hasta de un hijo, que yo dejé a una mía, en las mismas entrañas de la tierra una mañana tibia de Septiembre, en que el Sol por vergüenza de mi pena corrió a esconder sus rayos tras las nubes. Desde entonces, no, desde mucho antes, desde mi adolescencia cuando dejé a mi madre en ese mismo sitio, comencé a preguntarme si el Adiós es una connotación que damos los inexpertos mortales al desconocimiento en una incómoda mezcla con el Ego.

Cuando amamos a alguien queremos tenerlo al alcance de la mano en un movimiento mecánico e intrascendente. Queremos saber que está ahí, justo donde sabemos que podemos mirar para encontrarlo. Nuestro ego, funesto, exige la perpetua e inamovible imagen a la vera del camino, pero del nuestro.
En el ya extenso trayecto de mi vida, de tramo en tramo, personas muy queridas transformaron su forma de presencia, mutaron, cambiaron su apariencia, dejaron de ser tangibles a simple vista, estableciendo el consabido adiós dolorosamente desolador por esa pérdida de apellido definitiva. Sin embargo hoy estoy convencida que el Adiós es un término que no siempre utilizamos correctamente, lo empleamos por extensión indebidamente, porque
-cuando nos separamos de alguien por razones de viaje por cualquier motivo que sea, esta persona o nosotros es posible que regresemos algún día, aún cuando en el momento de la partida no se considere probable.
-Cuando perdemos algún miembro o parte de cuerpo no deberíamos decir Adiós, sino darle ¡Gracias a Dios! por la sobre vivencia del resto, por la vida que nos dejó, que nos ha permitido mantener a salvo y sana.
- Cuando perdemos a alguien en esa ley inexorable de la vida que no se ajusta a leyes especificas, que se ejecuta sin restricciones legisladas, que libérrima ataca a cualquier tiempo a nuestros ojos inexpertos y egocéntricos.
El Adiós es un hito que marca una nueva forma de existencia, es una puerta que se abre a otra dimensión, es la metamorfosis en la cual abandonamos el cajón que nos recubre hasta que estamos listos para desplegar nuestras alas en un estadio superior del espíritu y entonces ni nos vamos, ni perdemos, comenzamos a convivir cual mariposas invisibles de una forma diferente por los siglos de los siglos.


Luisa.