Sí, esta carta la ha venido rumiando mi otro yo, desde hace días. Desde que finalizaba el año pasado, 2008 y comenzaba este , 2009, con toda la expectación que un calendario, como al que ya le escribí, conlleva. Y la he venido rumiando, porque voy dejando una década de vida en este año que comienza, será mi año nono antes de comenzar un año par, que suman décadas de muchos calendarios. No es que el tiempo de cumplir años me agobie o me preocupe, no, si yo nací hace poco. Me encanta cumplir años. Lo que me hace reflexionar y sentarme horas ante este papel virtual, tratando de ordenar, más que las palabras, las emociones y los sentimientos, es el cambio que se está operando en mí y que de alguna manera tiene que ver con el amor de mujer, que de los otros claros están e inamovibles.
Resulta que pasé un año de mucho ajetreo emocional, donde se cebaron los ingratos momentos del adiós al padre, los umbrales de vida fraternos, las noticias poco gratas de salud de los amados. Aunado a esto, una relación sentimental que ni sé cómo describir en mi alma, en mi corazón, en toda la vida que he vivido. Una relación ¿rara? puede ser, ¿extraña por las circunstancias? , también...lo que sé es que he sentido, he sentido amor, por quien no conozco, ni conocí y en el mañana, ¡quién sabe ya!
Sin embargo, en mis reflexiones de estos días, he decidido que no puedo seguir sufriendo, ni seguir "asfixiando" a quien me conquistó, a sabiendas que ella sí pudo decir adiós. Pero yo, quien tardó siglos en decir sí, quedo entonces, con mil incógnitas del cómo dejar volar esto que siento. ¿Cuál es la fórmula mágica, para dejar, transformar, lo que no se concluyó jamás y es una frustración? Porque estoy segura que alli radica mi problema. En la inmensa frustración de no habernos conocido, de no habernos dado la oportunidad de tomarnos un café en una Cafetería cualquiera, habernos leído unos poemas, haber comprobado que sí había piel que reclamaba otra piel.
¡Sí, es raro todo eso, porque escribo y se aniegan los ojos, porque siento que ésta ha sido la más larga despedida que he tenido jamás. Hablo del amor de mujer, a lo mejor, alcanzará la querencia para la amistad con el tiempo, tampoco lo tengo claro, porque es el ahora mi problema.
Tengo por preferidas algunas películas y en estos días he visto en repetidas ocasiones una muy particular. La protagonizan Susan Sarandon, Ed Harris y Julia Roberts. "Quédate a mi lado" se llama, y trata quizás de dejar volar la vida confiando a una extraña a sus hijos en la situación sin dudas, más dolorosa que se pueda vivir. Una mujer separada , Jackie, con dos hijos, una niña de doce años y un niño de cinco, un ex marido con una relación nueva y con pedimento de matrimonio a Isabel, joven, moderna, fotógrafo exitosa, y ella, Jackie quien odia la situación de su ex-marido, con su nueva relación, de pronto descubre que el cáncer que creía superado un año atrás, ha vuelto y ningún tratamiento funciona, quedándole pocos meses de vida. En ese tiempo, tiene que aprender a vivir con la noticia que va a morir y que su única esperanza de formación y crianza de sus hijos con una madre está en Isabel, a quien siempre le ha hecho la vida imposible.
Conflictos entre ambas, un "ex" y un "en", en el padre de los niños, mediador, sin embargo, es Jackie, quien encuentra el camino de las despedidas y el confiar en Isabel, conociéndola, lo más grande de su vida, sus hijos. Hermosa película dentro del tema doloroso que plantea. Pero queda alli el dejar volar todos los sentimientos, en pos del amor mismo.
Recuerdo a Jo March, de Mujercitas, un pasaje que describe mucho de otro desprenderse, cuando se corta sus cabellos (su más preciado bien) para obtener dinero para que su madre pueda visitar a su padre herido durante la Guerra de Secesión en USA (1861-1865). Es un acto de amor, de darse en dar, aunque no lo parezca, lo es.
O Cuando en Magnolias de Acero, otra película que habla del amor más grande, el maternal, Sally Field quien funge de madre de Julia Roberts, diabética, le dona un riñón para que siga viviendo. Ya casada, sale en estado, tiene su niño a pesar de las aprehensiones de su madre y muere, a consecuencia de su enfermedad. Dos desprendimientos, dos pruebas de amor en el amor.
O como en Thelma y Louise, que deciden ambas, volar antes que entregarse por el crimen cometido por una de ellas, la otra la toma de la mano y no la deja...
Son películas, si, como tantas otras que plantean ese dejar ir, pero en ellas, temas que tienen mucho que ver con lo que siento. En cómo encontrar ese punto de dejar volar, de ser crisálida, de abandonar la pupa, para que la mariposa vuele. ¿Cómo hacer para que lo no vivido, deje de ser este lazo y desprenderme de él sin daños a segundos o a terceros o cuartos o los que sean. Sobre todo, sin daño para dos?
Viene a mi mente el celebérrimo Epigrama de Ernesto Cardenal:
Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
Y lo que no quisiera es que aqui nadie hubiese perdido ni pierda nada, sólo que no sé cómo hacer de cierto y valedero el decir:
SI AMAS ALGO DÉJALO LIBRE, SI VUELVE A TI ES TUYO, SI NO VUELVE, NUNCA LO FUE. -
¡Sí! esta carta es para mí misma, porque no encuentro el camino y el sosiego de dejar ir este amor, que ni sé cómo dejé entrar a mi alma.