lunes, 27 de octubre de 2008

Carta al Horizonte


Querido Horizonte:


Te parecerá extraño, un poco loco, recibir esta carta. Quizás a alguien, aún, le parezca más rocambolesco el que haya una escribiente que le escriba al horizonte. Pero pasa, que no encuentro una línea más cercana, y en paradoja, más lejana al concepto de mañana, de futuro, que lo tú representas, mi añorado horizonte.
Esa línea difusa siempre inalcanzable, ese mirarte allí y al ir hacia tu encuentro, ver como te alejas y te haces inaccesible, quimera de ilusiones, tema de poetas, de enamorados, de románticos que ponen en la vista del “hacia allá”, ese mañana que nunca llega porque siempre es hoy.
Y precisamente hoy, mi horizonte se encuentra perdido, deambulando en oleajes ante mis ojos, cegado por la luz del sol, o escondido tras la nube gris que esconde a la luna pudorosa, ante la mirada de quienes creen encontrar en ella, el reflejo de su amor de hacer.

De repente mi querido horizonte, me he quedado con tu nombre al borde de mis labios, porque te he bautizado algunas veces con nombres de ciudades, de mares que bañan costas, de montañas con picos nevados, de llanuras que guardan manglares, con nombres de mujer, de niños que dormidos se acunan en mi corazón. ¡Qué pena tan absurda! se ha desprendido de ellos, el último, el que me ha dejado con el vacío de unos brazos que no abrazan, de unas manos que no consiguieron otras para entrelazarlas, de un hogar encendido, que ahora es la mengua de unos tizones que se apagan lentamente.

Y vuelvo a tratar de encontrarte, en medio de los fulgores, detrás de las montañas que guardan al este, ventana del alba, de auroras que hablan del día con luz recién nacida. Volteo al ocaso, y el oeste dibuja un oasis del instante preciso en que hay cambio de turno y la noche se hace dejando libres a las luciérnagas, a la vida sin luz que siempre es vida silenciosa en quienes andan sin dejar huellas, caminando sagaces, cazando a la presa que tiene por noche su inmensa madriguera.
Me detengo en el medio de la nada, medito cabizbaja y recuerdo un poema que escribí hace tiempo, haciendo de este instante el bordón que pueda sostener a esta alma mía, estrujada por el adiós. Resulta que desde este lado somos el horizonte de quienes nos ven como ese espacio difuso y lejano, desde allá, desde esa línea paralela que nos une en una mitad de algo, convirtiéndome entonces, en un nombre, quizás en una ilusión o realidad, de algún corazón que sueña con llegar hasta aquí.

No quisiera despedirme , no puedo además, allí estás, frente a mis ojos, te mire o no, allí estás como el sueño posible de alcanzarte o que me alcancen alguna vez.

Viviendo a pesar de las heridas del pasar, contemplando en ti la esperanza , te envío un beso y un hasta siempre, querido horizonte:

Yo, quien escribe esta carta dibujando el paisaje que nos regalas
.

martes, 14 de octubre de 2008

Para ti


Bien sabes que eres tú. No hace falta un encabezado que te nombre, que te identifique, bien tienes por cierto que esta carta es para ti, amor mío.
Desde que llegaste a esta mi vida de pasos lentos y mirada cansada, fuiste sueño atrapado en mi costado izquierdo, caverna que guarda al corazón amante. Desde que me sedujiste, con tu verbo alegre, tu invitación a viajar en aeroplano, a saltar sin paracaídas porque me jurabas teníamos alas y que todo era posible, mi existencia dormida despertó a los albores del amor nuevo, renovado en los bríos que restan de este otoño, que hoy pinta gris.

Llegaste, tardé en aceptar tanta alegría, tuve miedo, lo sé, también , tenía que sanar heridas recientes, no es justo no entregar el amor entero a quien extiende sus manos para asir las tuyas siguiendo el cuento de hadas que escribías para dos. Y dije sí. Y te susurré: te amo. Y me perdí. Me perdí en el loco carnaval que celebrabas. Pleno de antifaces, de misterios guardados en una fortaleza que nunca comprendí.

Quisiera saber amor, si en verdad fuimos felices en algún momento, porque hoy, sólo lágrimas aniegan mis ojos, un dolor agudo me atraviesa el pecho y mis manos vacías de siempre, más vacías están al nunca haberlas llenado con las tuyas, tan ofrecidas para el vivir.
Quisiera saber amor, qué pasó en este camino donde el encuentro se hizo desencuentro, dolor y pena en la ausencia nacida antes que la presencia de los cuerpos que se reconocen, como simbiosis, alquimia o simplemente pieles que saborean en sus papilas el ardor de las almas que se aman profundamente.

Perdona, es cierto, ¿de qué valen ya las palabras, para qué este rememorar lo imposible? Nos dimos la espalda en una batalla de una guerra sin cuartel, donde primó la soberbia quizás, la tozudez de dos que llegaron al vértice de un camino con algún jirón colgando del ayer que herido estaba. Demasiada historia en dos seres, demasiada andadura y poco ánimo de cambiar en pos del amor. Esa es la verdad cruel.
Nos arrolló el otoño, tu valentía fue un disfraz para el miedo y mis miedos fueron truenos que reclamaban la valentía que un día sembraste en mí.

Llegó el adiós. Ese adiós que se sabe sin vuelta atrás, sin un beso guardado como único resquicio, ventana abierta hacia un horizonte pleno de realizaciones e ilusiones hechas realidad.
Nos quedamos plantadas en el puesto de partida, no hay relevos , ni testigos que entregar, sólo un asombro, un desliz de palabras hirientes, una frustración que quema y una banderilla que descansa en la meta de la vida.
Nos perdimos amor, nos perdimos. Ni siquiera las palabras restan, porque de tanto decirte adiós, ya no encuentro cómo quedarme sin correr hacia ninguna parte, sin saber dónde quedó la brújula que desde mi sur, marcaba al norte.
Ahora no sé cómo dejar en esta carta que nunca quise escribir, mi despedida, porque miento si te digo que me alegro por cualquier cosa, sólo atino a desearte lo mejor y a pedir a Dios, me de fuerzas para levantarme de este tsunami que arrasó mi vida.

¿Te beso? ¡Sí, amor mío!
(Quedó pendiente , el encuentro y el café prometido)

Yo.



HE RECIBIDO ESTE MAIL...SIN FIRMA.
SUGERENCIA PARA UNA CARTA QUE NUNCA NUNCA DEBIA HABERSE ESCRITO
Mujer:
Una vez más felicito tu verbo, tu palabra exquisita, tu perfección sin límites, la lírica tejida cual croché del alma. Una vez más me adentro en tus historias, tu vida, que sin necesidad de encabezados muestra incuestionablemente tu talento, tu genio.
Yo también pienso que sabe quien es, mas no importa a quien vaya dirigida, todos los que hemos amado, y yo he amado mucho, nos sentimos inexcusablemente motivados a leer al Amor, ese Amor que sublimado en la dimensión de lo imposible se acrecentó, se enraizó en las similitudes, ramificó con los años de sueños y frustraciones, pero a pesar de todo floreció en cada letra que culpando o perdonando, terminando o recomenzando, con pesares o alegrías, con o sin encabezados, llevó invisible pero indeleble el sello de propiedad en cada sílaba.
Se que has amado tanto, que tu amor cubrió la tierra árida de un pasto reverdecido, que tu amor fue tan fuerte que soportó huracanes, tsunamis y terremotos, tan paciente que después de arar el universo con semillas de cielo acunaste al Sol entre tus brazos para que no quemara al medio día la piel que lejos, se desprendía a jirones de algún cuerpo que no pudiste tocar para sanarlo entre tus labios y tus brazos.
Todo lo sé porque he andado contigo tramo a tramo de la desesperanza, porque en ese largo camino de la espera infecunda y maldecida, fui testigo silente de fronteras y los que callan, los que no han aprendido a sacar de las entrañas el dolor que las cuece, los que no sacrifican las generalidades por particularidades hondas, tercas, firmes, infinitas, los que somos a penas ya un suspiro que se escapa furtivo para no convertirse en fuerte interrogante de los otros, sentimos los decibelios del amor propio o ajeno.
Por eso reconocemos la valentía que ha de tener quien sobrepone los imposibles reales, los imposibles que se erigen desde causas externas, que van desde las geográficas y políticas hasta las eminentemente humanas, a la ilusión personal de un amor de compatibilidades y floresta, la terrible valentia de los que no provocan el laceramiento ajeno por propios placeres, los que respetan las decenas de calendarios compartidos en dolores insuperables y comunes que yacen para siempre a los pies de los esfuerzos.
Por eso te comprendo, por eso me lastima tu dolor y lo comparto, por eso aunque observadora simple, entro a la escena a interactuar en esa despedida de tu carta que asumo como mía, yo también me he despedido tantas veces y no he podido escribir ni un sólo párrafo.
Hoy que tantas cosas justifican esta amistad indestructible, hoy que dispuesta y convencida asumo tus roles como míos, quisiera aconsejarte que repases tus letras, que revises la copia como hacías de niña en tu tarea. Suprímele tus dudas, no empañes al Amor con las cavilaciones que el enojo o la siempre tristeza intentan opacarlo. Fueron felices, si y lo sabes…! De eso no tengo dudas. Te vi en aquellos tiempos, sin tiempo para ninguna otra cosa que la espera de encontrar algún signo de su ausente presencia, disfrutar el advenimiento de su aura, besar la sombra de su imagen, deleitarte en su boca pintándole los labios con tu lengua húmeda y dulzona, hacer el amor incluso de memoria con los ojos cerrados por caminos inciertos, desconocidos, nuevos y sentir la invasión de tus sentidos con una lluvia viva y cadenciosa que fue mojando tu contorno y partiéndote al medio de la vida en la diana del goce y la locura.
Que hoy en ti no sea igual, eso lo entiendo, pero no significa que lo vivido fuera diferente, porque sabes, me consta fue divino. Como simple abogada de los Diablos que viven en los cuerpos (… y también en las almas) trato de recordarte que en estos largos días de silencio, de escasas notas simples, de la misma distancia más distante, de aparente soledad multiplicada, no sabes lo que pasa, ni si el Amor abandonó aquel nido, ni si olvidaron tus profundas huellas en esa arena cálida de playa que rompe olas contra la corriente.
Si vas a amar de nuevo cara amiga, yo me alegro contigo. Si no es así y todavía lo amas, revisa el contenido de esta carta que nunca escribiría yo, conmigo. Vuelve a pensar en el destinatario, revisa cada hoja del camino, cada esquina de un verso, la sábana arrugada del poema que cabalgó tu cuerpo en desenfreno, la estrofa de aquel libro comentado que te bañó en sudor de amar y amarse.
Después si es que tú insistes, volverás hasta el borde de tu historia a tirar de la punta de una estrella y escribirás tal vez la nueva carta, a algún nuevo tal vez destinatario que no sabrá jamás a quien le dueles, ni por qué a veces sin razón tú acabas llevándome clavada a tu costado, refugio eterno de tus confesiones.

domingo, 5 de octubre de 2008

Carta a la Noche


Querida Noche:

Salgo al descampado de mi casa. Una tenue luz embarga la obscuridad del “afuera”, sin el candil del hogar encendido, con el farol de la calle a media luz, en un poste más allá del espacio que habito. Cierro los ojos y encuentro dentro de mis párpados una noche más obscura, sólo encendida en los reflejos de la película que comienza a rodar, de mi vida de hoy. No puedo negar en este instante, es así, lo consustanciada que me siento con la naturaleza y la paz que irradia el canto de las aves al despuntar el alba, al igual que el llamado de las mismas en el ocaso, al recogerse en sus nidos.
El sol ha huido detrás de una nube gris, quizás persiguiendo a otra de color ocre que se escapó primero antes de su partida hacia el oeste de la tierra, que da vueltas sin parar, como una noria gigante, en este crepúsculo que trajo a la noche pendida de un haz de luna.
Y me encuentras noche y te encuentro, convirtiéndonos en protagonistas de tu magia. Las sombras se adelantan o persiguen a los cuerpos, los cantos de los grillos, las luces de las luciérnagas, los ojos encendidos de alguna musaraña perdida en un bosque que da al río. Los perros que ladran avisando la llegada de un extraño, o por la solidaridad de la escucha de algún aullido lejano, de otro perro que quizás está sufriendo algún dolor. Ejemplo para el humano que pasa de largo ante el grito de otro humano vecino y prójimo, que clama presencia o tal vez, el refugio de un hombro amigo para la pena sentida.
Te escribo noche, porque en ti se dan los sueños y las ilusiones que la luz solar encandila con el día. Porque es fácil en medio de los temores que también traes, creer en hadas o en ángeles que nos protegen de las pesadillas que siempre nos rondan. Porque bajo tu amparo, es posible besar la imagen del ser amado cuántas veces se quiera, sin las miradas indiscretas de quienes no saben, no quieren, no aman, un papel de fotografía como puedo amarlo yo; e imaginar mundos y noches distintas, y sentir que es posible el orgasmo fundido en los cuerpos que se aman además de la piel con el alma.

Te escribo noche, bajo el manto de un poema o de una prosa perdida y encontrada bajo los rumores de unos pasos furtivos, que dejaron huellas en el corazón amante.
Te escribo noche, esta carta nunca escrita, porque en ti y por ti, he tenido entre mis brazos al amor, en la pureza de la inocencia de mi pensamiento y credulidad absoluta de su existir.
Otros amantes te tendrán por abrigo, siendo en tus horas, los dueños absolutos de todas sus fantasías.
Mientras yo, contemplo estrellas, luceros lejanos y una luna que se pierde detrás del velo de esta lluvia que recrea olvidos que son recuerdos.

Llega al medio final de esta carta, quien de ti se despide Noche, quedando eternamente contigo, en la espera de otro sueño realizable, Yo, quien siempre te guarda y aguarda para ver salir el sol, en una nueva aurora.