miércoles, 17 de diciembre de 2008

Carta al Niño Jesús


Carta al Niño Jesús:


Bien lo sabes amado Niño, que en mi país, Venezuela, es costumbre por fechas navideñas, escribirte una carta pidiendo nuestros regalos, lo deseado durante todo el año, o en el momento en que comienzan a aparecer todas las maravillas de los anuncios de muñecas, carritos, legos …¡oh! que soy del siglo pasado…digamos ahora, play stations, ipods, pcs, wii, teléfonos celulares que lo hacen y tienen todo…etc, en fin, que durante un tiempo navegamos en nuestra imaginación para escribir nuestra carta ansiada, no sin antes alguna advertencia paterna, “ miren que el Niño jesús es pobre, que no podrá comprarles todo lo que pidan, asi que a portarse bien”- (requisito indispensable , era el buen comportamiento a los días previos de Navidad, santos pues, debíamos ser, para conseguir el máximo de nuestros pedimentos)-

...Y dejaba mi carta, escrita prolijamente, donde no sólo escribía mis deseos, sino también los de mis hermanos, quienes aún no sabían escribir y yo, orgullosa, iba desglosando en cónclave cada pedimento, sopesando también , que el Niño era muy pequeño para tanta carga, además, tenía que dejar bien explicito nuestro compromiso de portarnos muy bien, lo que sería supervisado por mamá y por papá, claro está, quienes te darían el reporte Niño Dios, de nuestro hacer, sin pecar, por supuesto de nada.

Así, cochecitos, cocinas con carbones blancos que cocinaban de verdad, con toda una batería de platos, jarritas, tacitas de una cerámica hermosa, muñecas que decían mamá y abrían y cerraban los ojos, -siempre azules, no sé por qué-, o un “bebé querido” que parecía de verdad, un carro de bomberos, una pista de trenes, un carrito a pilas que se manejaba…a distancia con un cable largo, -¡Dios mío que asombro ante tanta tecnología!- y hasta unas pistolas de vaqueros, hacían las delicias de nosotros en las navidades, al despertar el 25 de diciembre, después de acostarnos temprano la noche del 24, apretando los ojos que más que cerrados parecían sellados, para que el sueño nos invadiera rápido, buscar bajo la cama los tesoros que el Niño Dios en su bondad nos dejaba.
¡Cuántos recuerdos, cuánto imaginar al Niño escurriéndose silencioso por nuestras habitaciones como un ladrón al revés, para plenarnos de alegrías.!

Pero nunca falta la amiguita que creció, que se desarrolló antes, porque me llevaba unos añitos más y un día me dijo…”¡qué tonta, es tu papá el Niño Jesús”! y yo que terminaba de guardar entre los entrepaños de la ventana del baño, la carta de ese diciembre, incrédula le refutaba no era así, entré corriendo a la casa, asombrada, gimiendo, mirando a mis padres, no lo dije en alto, por si era mentira y mis hermanitos…”¿quién te dijo eso?” increpó mi padre, fulanita de tal, le respondí y ante la evidencia, me dijeron sí, es así, pero no le digas nada a tus hermanos y de repente, me convertí en cómplice de nuestro Niño Jesús.

Han pasado todos los años del mundo, ayer mis sobrinos, hoy tan grandes y tan maduros, encontraban en nuestra casa paterna, sus regalos al pie del arbolito de navidad. Un espectáculo el verlos destapar y descubrir sus regalos, no pedidos por ellos, llegados como magia en carrusel de un Papá Noel o a los mejor unos Reyes Magos que se adelantaban en la visita.

Hoy, todo es diferente, lo que no puede dejar de ser, son los regalos, adultos, claro, pero sobre todo , los mejores que se puedan tener en un espacio grande del corazón y pintadas en el alma las tarjetas, que auguren: FELICIDAD, BIENESTAR, SALUD Y PAZ, como por cierto en esta carta que te escribo mi Niño amado y en quien, en mis peores momentos me he refugiado, pido para todos los seres de buena voluntad, para los amigos, para los míos y los tuyos, para mi prójimo, para ti amor, para todos los Niños del Mundo, que llevan una ilusión en su corazón.

Y para quienes no tienen, para los otros, para los que de todo carecen, pido, el concurso de quienes podemos dar, brindar una sonrisa a lo mejor , a unos niños calle abajo de nuestro hogar o llevar a una organización honesta y con alma, un presente que ilumine una mirada en alguna parte del mundo.

Eso te pido, mi Niño amado…eso te dejo en esta carta para que la recojas, desde el entrepaño de la ventana de mi cuarto, esta vez…


Bendícenos , te amo…

Yo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Carta al Espejismo


Querido Espejismo:






Te definen como una ilusión óptica, como un ver en la lejanía una especie de espacio acuoso, que no existe. ¡Cuántas veces mi padre, cuando nosotros, pequeños e incrédulos en carretera nos hacía "trampas" con los espejismos, viajando por el país y eran largos y largos los caminos! Siempre nos decía , "miren el charco de allá, a lo lejos" y cuando se suponía llegábamos a él, no había nada, desaparecía bajo las ruedas del auto el reflejo del agua que nunca pasábamos.
Luego de tenernos un rato bajo el encanto de la magia de lo inexplicable, nos aclaraba que esa ilusión se llama "espejismo".


¡Cómo absorbían mis ojos, mis sentidos, lo que parecía algo como sacado de un sombrero de un cineasta! Temblaba el agua a lo lejos, se veían los árboles reflejados en ella, un espejo en el asfalto. Un algo que no existe.

Pero sí existe una explicación lógica: (Tomado de Wilkipedia)


"Un rayo luminoso, al pasar de un medio a otro de índice de refracción diferente, sufre un desvío; cuando ese rayo llega al ojo de un observador, éste lo ve venir no ya de su frente, sino del punto donde ha sido desviado. Si el rayo pasa sucesivamente por varios medios de índice de refracción creciente o decreciente, sufrirá otros tantos desvíos cuyos efectos se sumarán. El conocimiento de esos fenómenos de refracción permite comprender el espejismo.
En los
desiertos tropicales, en contacto con el suelo tórrido, el aire se calienta y su densidad varía a partir de aquél. Como el índice de refracción depende de la densidad, un rayo de luz reflejado por un objeto lejano, hacia abajo y en la dirección del observador, va experimentando refracciones sucesivas al atravesar las distintas capas de aire: su inclinación hacia el suelo es cada vez menor y, tras llegar a la horizontal, el rayo sufre nuevas refracciones, aunque esta vez hacia arriba. Así es como, tras haber descrito una trayectoria curva de convexidad dirigida hacia abajo, llega al ojo del observador, que ve en el suelo (espejismo inferior) una imagen poco neta del objeto. Ahora bien, como otros rayos de la misma procedencia llegan también directamente al ojo del observador, éste tiene la impresión de ver a la vez el objeto (por ejemplo, una palmera en un desierto) y, al pie del mismo, una segunda imagen invertida, como si esta palmera se reflejara en una superficie líquida inexistente. Por eso, en las horas más calurosas del verano, la imagen del cielo parece venirnos del asfalto de la carretera, si está muy caliente, a la vez que ésta nos parece mojada.
Es excepcional que la trayectoria de los rayos luminosos sea convexa hacia arriba (espejismo superior); de producirse, un barco, una montaña, etc., parecen flotar en la
atmósfera."


Esa es la explicación lógica, de esta ilusión óptica.


Pero aqui me detengo y pienso...pero más que pensar quizás...siento y te escribo entonces, como la ilusión que fuiste o la quimera que se extinguió en un fuego sin maderos, sin rayos que encendieran la pasión del amor, o la verdad del sentir en ambas direcciones.

Has vivido en mí ¡tantas veces!, he pasado por calles, cruzado esquinas, encontrado un libro, un verso, un poema, tirado al desgaire de una ilusión, de una conquista, de un creer que al fin eras tú la verdad cierta que dejaba atrás el espejismo de la vida.

Te escribo a ti, a lo que mi ojo creyó ver, a lo que mi corazón loco y desvariando sintió en medio de este avatar, arrebol de todos mis sentires.

Te escribo a ti, Espejismo al que nunca llegué, a pesar de la carrera sin fín que mi alma emprendió en pos de ti.

No sé si mis ojos volverán a ser niños en la creencia de la ilusión que allá, adelante, más allá, en el medio de la carretera, hay una laguna, un río, un lago o un mar pleno de vida y de mañanas.
Sólo sé que hoy estoy llena del espejismo que viví en el engaño de un amor que se engañó a sí mismo.


Con todo mi afecto, a pesar de las desilusiones, me despido de ti, hasta siempre...


Yo.