domingo, 20 de abril de 2008

Carta a Freud



Mi querido Sigismund:



Para nosotros tus amigos, Sigmund, no hay duda de ello. Porque durante toda mi vida, que ya cuenta con un largo trecho más allá del medio siglo, has estado presente en toda ella. El primer contacto que tuve directamente contigo, fue cuando comencé a estudiar Psicología en el bachillerato, humanista yo, tenía en la materia interés particular, tanto que con los años fue y es parte importante de mi carrera universitaria. Mas, de antes, desde atrás, siempre me tropecé contigo. Luego, fue un horror descubrir que tú, habías hurgado mis más íntimos secretos en tus estudios de psicoanálisis; que sin yo saberlo fui conejillo de indias en tus laboratorios, que estuve acostada en tu diván por años, tratando de descubrir el porqué de tantas incógnitas a través de la interpretación de mis sueños y que fui hipnotizada en el más absoluto secreto de una vida vivida detrás de una puerta.

Así que, querido Sig, (sé perdonarás más aún mi confianza) hemos transitado la vida juntos.
Pasé tiempos temerosa de mis sueños en donde perdía mis dientes o volaba, (leí La Interpretación de los Sueños según Freud a los 13 años), porque alli decía que eran sueños de “deseos sexuales insatisfechos, o impotencias o de una lujuria que yo no alcanzaba a comprender”.Después descubrí , que simplemente era que, me salían las cordales, o había visto a Superman, o había comido en exceso en la cena.


Sin embargo me fasciné con las conclusiones de todos nuestros yo…sí, eso me produjo una sensación de fortaleza, de auto conocimiento, sin llegar a conocerme totalmente, porque descubrí que en mí, -según tú-, navegan, caminan, duermen, andan, afloran según el caso…el Yo (ego), el Ello (id) y el Superyo (superego) –Se dan cuenta lo de volar, ya apareció el Superyo-

El Ello, -me pregunto, ¿ podría decir, la Ella?, digo para que no hayan discriminaciones de género-, en fín, el Ello, es mi estado primitivo, donde guardo lo primigenio, lo más oculto, lo que mora en las entrañas de mi cerebro, haciendo cosquillas de vez en cuando a mi mente, y es “motor de mis pensamientos” .Así que a esa parte de mí, le debo los impulsos, no tan buenos, ni santos.
Salta luego el Superyo, que por ser super, se cree la última gota de agua del desierto y se proclama moralista y ético. Es quien regula, pone frenos a ese ello, tan simpático y libre de todo prejuicio.
Y después, aparece el Yo, como equilibrista de un circo, es quien a cada rato se pelea con el Ego, toma decisiones con el Superyo, de paso se quiere llamar “Conciencia”, como si fuera mujer y madre protectora o legislador de toda nuestra vida, sin dejar paso a la inocencia pura del niño Ello, que siempre salta por allí.
Es así como descubrí por qué reaccionaba y reacciono de algunas maneras, aunque hoy día, aún, no llego a comprenderme del todo y me enredo más, con tus Eros y Tanatos, mezclando lo sexual, la libido, con la muerte, siendo punto de partida de todas nuestras pulsiones en los Egos, que habitan en uno.

En fin mi querido Freud, he pasado una vida etiquetada por ti y tus seguidores, en tus maneras de analizar las reacciones humanas, donde aparecen , edipos, electras, sueños, eros, tanatos, curas para la homosexualidad, perversiones (seguro gozarías un mundo psicoanalizando a Sade y a Masoch). Cuando lo que simplemente soy es una mujer con todos los defectos humanos , pero también con todas sus virtudes, y si hay alguna psicopatía, es precisamente porque soy humana como tú, o como el vecino del frente o el del patio trasero.


Termino diciéndote, que otros estudiosos han cerrado tus libros, los han desechado, o los tienen como referencia , pero abandonados ante las nuevas corrientes de la psicología, entre ellas, la cognitiva, la biológica y la conductista, quienes te califican, “etiquetan” como seudo-científico y aunque no es posible negar tus aportes a las neurosis y psicopatologías y tus estudios adentrándote en la mente humana, hoy, eres casi una referencia anecdótica, como anecdótico resulta, uno de tus grandes errores , al tratarnos a las mujeres , como “como hombres sin falo”, “envidiosas del pene” , -de alli lo del fumar, ese Ello travieso jugando en las mujeres- porque si a ver vamos mi querido Sigismund Freud, hay tantos hombres sin él, como mujeres con ovarios bien puestos.

lunes, 14 de abril de 2008

Carta a Superman



Querido Superman:

¿Qué no existes? ¿Qué eres un invento de los del Norte para hacernos ver su supremacía? ¿Qué hay miles de interpretaciones, que dan razón de tu nacimiento como viñeta? ¡Sí! Todo eso es posible. Pero déjame decirte que en mi pubertad, en mi niñez, soñaba con tener tus poderes.
Porque aunque leía los “suplementos” del Pato Donald, (los preferidos de mi papá y eran los que él compraba), yo reunía mis monedas, las de la merienda del colegio, no todas -estemos claros que la merienda también la quería.- para ir al kiosco de la esquina de la Panadería y comprar, a Superman.

Me imaginaba, con la vista de rayos X, pero a la hora de la verdad , no sabía mucho qué hacer con ese poder. ¿Qué podía mirar sin avergonzarme? Porque desde pequeña, como que el voyeurismo, no estaba en mí. No quería mirar debajo de ninguna ropa, ni husmear en las habitaciones para saber qué “hacían los adultos”. Fantaseaba, no hay duda, fui una niña como toda niña en su niñez, pero de allí a mirar a través de las paredes, pues no, no me seducía tanta adultez.
Problema similar representaba el super oído, que todo lo escucha, claro que aquí si, como que quería saber qué hablaban los otros. Los misterios de las palabras, las conversaciones “prohibidas”, cuando le decían a una,”vaya a jugar o a dormir” , -según el caso-, “porque esto es cosa de adultos, y en conversación de adultos no se meten los niños.” ¡Ay!, allí si es verdad que la curiosidad me mataba, y me escondía detrás de los muebles para saber cuáles eran esas misteriosas conversaciones. Nada que hoy no sea un simple chisme o una adultez plena de niñez. Pero me ocurría que siempre quise saber hasta dónde tanta zalamería en las visitas de amigos y familiares eran de puro corazón expresadas y sentidas. Así que de alguna manera el super oído, me hubiera sido muy útil, para averiguar qué decían, cuando salían de casa, o estaban en una fiesta, me hubiera satisfecho la curiosidad de alguna hipocresía humana.
Pero luego, qué hacer con tanta bulla de todos hablando y todos los ruidos del espacio y la tierra. ¿Cómo hubiera hecho para no volverme loca y ser la protagonista del cuadro de E. Munich, El grito?
Nunca supe, cómo hacía Superman para poner en off o en on, su super audición.

Capítulo aparte viene dado con lo invulnerable de tu cuerpo, capaz de resistir cañones, bombas, etc, sin desintegrarte ni tú, ni tu eterno traje. Sin embargo, aprendí con la kriptonita, que todos tenemos nuestro talón de Aquiles, que realmente no hay nadie invencible, que todos tenemos nuestras debilidades y que tenemos que aprender a vivir con ellas y a tratar de sortear algún anti-héroe que nos coloque la dichosa piedra traída de cualquier planeta conocido o sin conocer, que viene siendo la propia humanidad. Y sobre todo, que envejecemos queramos o no, porque inevitablemente, alguien hubiera descubierto , cómo hacer cremas, pastillas, para vendernos la idea de embellecernos o curar todos los males, y alli…¡zas! . En manos del dueño del trozo mineral, verde

De todos tus poderes, lo que sí, y eso aún quisiera, es poder volar, viajar a ignotos lugares, conocer países, gente de todo tipo, poder planear libre en las alturas, sin que me de un infarto, o me quede sin aire, o me molesten rayos, truenos o centellas, en tormentas que pasaran. Sentirme fugaz. No sentir miedo, de volar en libertad.

¡Volar!, ese sigue siendo mi sueño y fantasía perdurable de ti Superman, escondido bajo unos lentes que nada escondían , siendo Clark Kent, un periodista, casi mediocre, casi anodino, que nunca, aparentemente, sacó partido de ser el protagonista de toda tu misma heroicidad en salvar al mundo de sus villanos y hasta de lo que del espacio venía. ¿Será que sí eres un reflejo de quienes te crearon? O ¿será que siempre pudo más el amor por Luisa Lane que todos tus poderes?

jueves, 10 de abril de 2008

Carta al Loco Tulio


Carta al Loco Tulio

Querido Tulio:

¡Sí! No te extrañe te llame querido, porque aunque la razón quiso un día hundirse en los predios de lo ignoto de tu mente, fuiste un loco que nunca me dio miedo. Nunca nos dijeron en casa que eras peligroso y en mi niñez pasaste siempre por ser un loco, primero, incomprendido, luego, gracioso y mira lo que son las cosas, después llegué a la conclusión que eras un sabio loco, como todos los sabios que he conocido.

Pasabas cada día por el frente de la casa, para hacer el mandado de la tuya, en la bodega de la esquina. .Vestido muy limpio, con camisa y pantalón de caqui, alpargatas negras, doblado el ruedo del pantalón hacia arriba no se fuera a ensuciar con el polvo de las veredas.
Pasabas, hablando y hablando en voz alta. Narrando tus viajes imaginarios hacia países lejanos, describías con exactitud paisajes y gentes. Otro día eras un potentado petrolero, y hablabas con tal propiedad de las empresas y los negocios, del precio del barril de petróleo, que era fácil creerse todo lo que decías. Y alguna vez, hablabas de Dios como si Él mismo hablara por ti.

Un día se me ocurrió preguntarle a mamá, ¿por qué habías perdido la razón? ¿ qué decían había pasado? Su respuesta fue: “dicen que desde chico su papá que no sabía leer, lo hacía leer cuanto libro había. La Biblia, libros de Geografía, Historia y toda la prensa que caía en sus manos. Que leyó y leyó tanto, que un día no supo cuál era el límite de su realidad, con el mundo que estaba en los libros”.

Y hoy, cuando el tiempo ha pasado y he leído y leído tanto, estudiado carreras y seguido al mundo a través de la noticia, me doy cuenta…que a veces…soy un poco verso, o un mucho palabra y que la razón parece se confunde con la realidad cuando los sentimientos se interponen y que me han llamado loca mil veces, y que he sido potentada de todos mis haberes; que Dios ha sido bueno conmigo, porque de alguna manera, Tulio , tú y yo nos parecemos en este soñar en un mundo imaginario donde todo es posible y donde nadie hace daño, aunque nos desangren hasta morir.

miércoles, 9 de abril de 2008

Carta a Diógenes el Cínico


Carta a Diógenes (el cínico)


Estimado Diógenes:

Salvando todas las distancias del tiempo, y de la Grecia 3oo y tantos años adC, me es de recordarte. Creador de un pensamiento, más que de una corriente filosófica, desdeñabas todo lo convencional, saliste a pleno día con una lámpara, buscando a un hombre…honesto. Vivías en un tonel y gritaste al mundo que ojalá sólo frotando tu vientre saciaras el hambre, después de escandalizar a todos masturbándote públicamente en el ágora.
Andabas con los llamados escorias de cualquier época. Echabas por tierra aquello de, “dime con quién andas y te diré quién eres”, porque eran tus amigos, las prostitutas, los ladrones, proxenetas y pregonabas, que nada te haría cambiar o ser igual a ellos, que se podía andar sin “contaminarse”. Cuestión que es de agradecer. Le diste una bofetada a la sociedad griega, creando la escuela del cinismo. Decías del amor que era “el negocio de los ociosos” y que los amantes se complacían en sus propios infortunios.
Y es aquí, donde me mueve el escribirte. Quizás tengas razón, los amantes nos regodeamos en las alegrías, pero también en hacernos, el daño del sufrir. “Amar duele”, dice una canción, y continúa su letra :“pero vivir sin amor no se puede”.
Y aunque propagabas con el mayor de los cinismos, la ociosidad del amor, siento que no hay empresa más dura de llevar, ni labor más grande que amar, cuando el amor es compromiso y lazo que te une a la vida.

Querida Iza


Querida Iza:

¡Qué descubrimiento! ¿Cómo pude vivir veintiún años sin saber de ti? ¿Cómo pude pasar por la vida hasta ese momento, sólo imaginando, claustros y misiones lejanas? ¿Cómo pude vivir sin saber de los besos, las caricias, el sexo? ¿Cómo fue que llegué tan vieja al edén del amor?

Pero fuiste tú, mi primer todo. Ese beso robado al irse la luz, ese temblor de desmayo que me aterrorizó y sin embargo, mis labios, mi piel, pedían más de la fruta prohibida.
Porque desde entonces, además de amarte, tuve que aprender a colocar máscaras en el rostro, a vivir detrás de las puertas lo que mi ser reclamaba a plena luz. Porque desde entonces, tuve que cambiar géneros al hablar de ti. Porque en esa época y aún en esta, tuvimos que esconder , ese amor que fue primavera y salto y susto y celo, y todo.

En esta carta que nunca escribí, quiero decirte, que aunque pasen todos los años de todos los siglos, seguirás siendo, en la piel que te grabó, en el corazón que te guardó, el amor que abrió todas las puertas de mi alma.
Aunque parezca extraño, se despide sin despedirse, Tú en Mí, siendo Yo.

Querida Jo


Querida Jo:

A veces los años nos hacen recrear en el tiempo los hechos de ayer. Y no escapa de mí, el sentimiento que surgió entre las dos. Una amistad, sublimizada en el amor a Dios, una amistad que nos unió en una yunta que hasta hoy, aunque nada de ti sepa, aunque los años, la distancia y el silencio , nos hayan separado, siempre quedará en mí, el que fuiste, sin yo misma saberlo, un amor de alma que se quedó para eterno en mí.

Nunca comprendí en esos años tan de adolescencia, tan de buscar los horizontes, las orientaciones, los géneros, que fuiste una flor que rozó mi vida dejando el más puro de los perfumes.

Te quise bonito, con los ojos limpios, con las manos entrelazadas y con el abrazo de ese amor que nunca se declara, porque no se sabe que existe, porque no se supo cuál era.

Donde quiera que estés, amiga amada, serás, mi amor en la búsqueda de mi propio ser.

Carta a Alberto


Querido Alberto:

Siempre quise escribirte esta carta. Dejarte dicho en ella, el temblor que me causó el haber recibido, aquella tarde de julio, de mil novecientos sesenta y cuatro, de tus manos y a escondidas, la misiva donde me declarabas tu amor. Recuerdo que mi madre, desde la puerta de la casa, miraba insistente, tratando de adivinar lo que estaba ocurriendo. Y lo que ocurría era que mi cuerpo comenzaba a temblar, ante el “horror” de que nos descubrieran en ese acto de pasar unos papeles arrugados, que daban cuenta de tu amor.


¡Dios mío! Sólo catorce años tenía yo y tú dieciséis. Fueron mis primeras palabras de amor. Ante tanta pregunta de mi madre al marcharte rápidamente en el carro negro , dodge, de tu padre, sólo atiné a decirle, me traías noticias de los calendarios de exámenes finales.


Corrí hasta el baño, cerré bien la puerta y allí estaban, entre líneas arrugadas y casi ilegibles de un grafito que se diluía seguramente, después de repasar tú, una y mil veces lo que me decías: tu flamante declaración, en tus palabras, para ti yo era, la “blanca nieves de tus sueños.”

Nunca olvidaré el rubor y la sonrisa que sacaste de mí, a pesar de la fiebre que ya comenzaba a sentir en mi cuerpo; porque me dio fiebre, porque temblé de miedo ante el descubrimiento, porque no supe qué hacer, porque tenía que mentir y la mentira en casa y en la vida formada , estaba prohibida. Y te quise , sin saber cómo querer.

Y te querré siempre, por haber sido el primero en haberme dicho…te amo.