jueves, 28 de octubre de 2010

Carta a una hora sin minutero

Querida hora sin minutero marcado:


Aquí estoy. Sentada frente al ocaso, frente al adiós de un tiempo de sol que se despide ante la danza de las nubes que tratan de arroparlo inútilmente.
Aquí estoy. Sin más equipaje que mi yo misma y sin más senderos que el que  marcan los pasos de una hora sin minutero.
Estoy por la gracia de Dios, viva, sin saber si lo estoy, tratando de ubicar en cada fragmento de mi memoria los recuerdos que ya parecen idos tras ese sol que se oculta en el horizonte.


Pero, ¿qué digo? ¿Por qué este dejarme llevar por la melancolía? ¿Cuántos otros y en tantas partes sufren tanto o más que yo y por distintas razones?

Quizás querida hora, el asunto está en este silencio de adentro, que aunque mi boca hable y hable, mi alma está en silencio.
Quizás se deba, a que instintivamente tiendo las manos y encuentro la oquedad, honduras de espacio, sillas vacías, aceras solitarias.
Quizás…no lo sé, se deba a que los años desnudaron mis carencias y se cayó la piel de quien creía ser…yo.


Te escribo hora sin minutero y la verdad, ni comprendo en el mundo de todas las palabras, ¿por qué te escribo, si ni siquiera existes?


Deambulando en un espacio ajeno, se despide de ti,
Yo,
la que ha llegado al umbral del tiempo.