lunes, 6 de diciembre de 2010

Carta a un "no sé qué"

Carta a un “no sé qué”



Estimada incógnita:


¡Cuánto rebullicio en esta mente mía! ¡Cuánta andadura quijotesca sin un Sancho que ate el sentimiento!
Y es usted, señora incógnita ese “no sé qué” que a veces me atormenta, por incomprensible, por extraño y voraz en su recorrido indómito, cual borrasca que de improviso llega, arrasando, dejando estelas de pasos de corceles atilanos por donde jamás crecerá nuevamente, la misma emoción que un día, sembrada en el alma, me hizo creer que yo, existía detrás de un espejo de plata.

No sé qué me embarga, es una sensación de pérdida total de un algo que no sé definir, pero que sé de cierto perdí. Lo más triste es aceptar la pérdida de la misma pérdida y vivir ese duelo que no acaba, por lo etéreo e intangible, por el nunca jamás.

Ojalá, “no sé qué”, pueda algún día comprender este instante en que escribo estas líneas, sin razón y sin un porqué.

Atentamente, sin más,

Yo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Carta al grito

Carta al grito






¿Carta a un grito o al grito?
Hay diferencias. Bien lo sé.

Comencemos de nuevo.








Estimado grito:


Si, por los momentos estimado, quién sabe si luego, cuando en verdad grite, me sea más querido que estimado, aunque el respeto seguirá siendo el mismo.


Le escribo así, tratándole de usted, porque un grito que se hace sonido en la garganta, que no se ahoga en ella, que brota de adentro rasgando alma y dejando pecho abierto, debe ser un gran grito, un desgarrador grito, un grito que llena el universo entero.


Y mi grito, ¿sabe?, rompe silencios y ausencias. Abre espacios, empuja vientos y los hace tornados.


Mi grito es un grito que deja eco entre el sol y la luna, entre el mar y estas montañas que me rodean, rugiendo entre tormentas imposibles de apaciguar, por eternas, por inmensas, por ser humanas dentro de tanta deshumanización.


Le escribo señor grito, porque desde hace un tiempo que deambulo entre la cordura y la sin razón, un tiempo donde no me escucho, donde hay una lápida que me aprisiona contra la tierra sin dueños, que me hace morderla y abrir con mis dientes la fosa que me contiene ya.


Por eso grito, grito a ver si llega mi voz a alguna parte y me sea devuelta la vida que me arrancaron un día. Es usted señor grito, el único que hoy puede hacer que estalle mi corazón en el trueno que escucho y que éste sea repartido, entre las estrellas.


Llego hasta aquí, y como por encanto me veo en el cuadro de Edvard Munch, diluida en medio de los colores que semejan el infierno de las otras voces que calladas no callan, que viven en el limbo de un río que corre hacia ningún delta, hacia ningún océano.


Por eso me despido de usted, ya mismo, se despide, quien ahora le quiere un poco más, porque la palabra desahogo se confunde con el alarido que brota del alma, revoloteando como mariposas, libélulas, luciérnagas, briznas, en medio de este grito mío, que me dejó, sin… mí.








Yo.

jueves, 28 de octubre de 2010

Carta a una hora sin minutero

Querida hora sin minutero marcado:


Aquí estoy. Sentada frente al ocaso, frente al adiós de un tiempo de sol que se despide ante la danza de las nubes que tratan de arroparlo inútilmente.
Aquí estoy. Sin más equipaje que mi yo misma y sin más senderos que el que  marcan los pasos de una hora sin minutero.
Estoy por la gracia de Dios, viva, sin saber si lo estoy, tratando de ubicar en cada fragmento de mi memoria los recuerdos que ya parecen idos tras ese sol que se oculta en el horizonte.


Pero, ¿qué digo? ¿Por qué este dejarme llevar por la melancolía? ¿Cuántos otros y en tantas partes sufren tanto o más que yo y por distintas razones?

Quizás querida hora, el asunto está en este silencio de adentro, que aunque mi boca hable y hable, mi alma está en silencio.
Quizás se deba, a que instintivamente tiendo las manos y encuentro la oquedad, honduras de espacio, sillas vacías, aceras solitarias.
Quizás…no lo sé, se deba a que los años desnudaron mis carencias y se cayó la piel de quien creía ser…yo.


Te escribo hora sin minutero y la verdad, ni comprendo en el mundo de todas las palabras, ¿por qué te escribo, si ni siquiera existes?


Deambulando en un espacio ajeno, se despide de ti,
Yo,
la que ha llegado al umbral del tiempo.

martes, 9 de marzo de 2010

Carta a la presente ausencia


Querida ausencia...¡no!
Dolorosa ausencia:

Y digo dolorosa, en medio del transcurrir las horas, siendo el olvido mi negado más preciado.
Porque sigues ausente, aunque eres presencia viva, porque a pesar de los adioses incrustrados en las palabras que se hicieron versos, en las notas que se hicieron asombro por los reclamos y la rabia andante, sigues siendo el sueño de mis ojos cerrados.

Te escribo hoy, como te he escrito siempre, con el corazón atado en las manos que  van tecleando cada letra espina, pétalo o nube, que recrea una voz y una ilusión ...ausente.
Te fuiste, me fui; no fuimos, no somos, no, no. Cuando antes luchabas enconadamente por mi "sí "y yo me plantaba en ese "no" que hoy es la negación de un mañana inexistente.

Dolorosa ausencia, silencio y soledad absurda, lejana, frustrante, impotente, odiosa, sacada del sombrero de un mal mago que en vez de una paloma blanca con laurel de paz en el pico, comenzó a sacar, nudos, demonios, gritos, volcanes, cansancio, agotamiento, desgaste de una relación que ni un hilo de amistad es capaz de sostener.

(Y me quedo quieta sin que sepas, que si atisbo una lágrima en tu verso, mis ojos se aniegan y acarician tu imagen ...ausente.)

Me despido, las palabras huyen detrás del horizonte que fue asaltado por un amor que logró tocarlo,  cuando creyó que algún día tus manos y las mías, serían en nuestros finales, los bordones que sostendrían el destino que marcó nuestro encuentro.

Me despido sí, aún llamándote dolorosa presente ausencia, no puedo dejar la verdad de lado, al reconocer que sigues guardando en alguna cuenca, un corazón palpitante.

De ti y en mí,
Yo.