Carta a las Parcas
Siempre rondadas, rondando, atravesadas, tropezadas, vividas y las que
nunca permiten se les olvide, Señoras Parcas:
Según Wikipedia: “En la mitología romana las Parcas (en latín Parcae) eran las
personificaciones del Fatum o destino. Sus equivalentes griegas eran las Moiras. Controlaban el metafórico hilo de la vida de
cada mortal e inmortal desde el nacimiento hasta la muerte. Incluso los dioses
temían a las Parcas: el propio Júpiter estaba sujeto a
su poder.”
Es decir, que
son quienes controlan el hilo de la vida
hasta el final, “controlan”, mas, no son la muerte sino las acompañantes de la
vida hasta la muerte. Por supuesto, aclaran que ese hilo de la vida es “metafórico”,
en sentido figurado. Y tiene que ser así
porque según leo, hasta a los inmortales acompañan. Los inmortales , los que no
mueren, o los que ya murieron y son ahora inmortales. ¡Qué enredo más enredado!
Lo cierto es, que si son Parcas o Moiras, o lo que sean, se les teme,
porque según entiendo cuando aparece
palpable una de ellas, es para acompañar el final de la vida que es el
verdadero destino, la muerte.
Sigo leyendo, esto es interesante, nos ilustra Wikipedia con la descripción de ustedes,
Parcas, -lo curioso es que siempre se
habla de una sola Parca, y no es así, son varias-, por eso es bueno conocerlas
por sus nombres y oficios:
“Los nombres de las tres Parcas eran:
§ Nona, que hilaba el hilo
de la vida desde su rueca hasta su huso.
Su equivalente griega era Cloto.
§ Décima, que medía el hilo
de la vida con su vara. Su equivalente griega era Láquesis.
§ Morta, que cortaba el hilo
de la vida, eligiendo la forma en que la persona moría. Su equivalente griega era Átropos.
El primer documento conservado sobre
esta deidades son tres pequeñas estelas (cippi) halladas cerca de la ubicación de la antigua Lavinio poco después de la Segunda Guerra Mundial.
Llevan la inscripción:
Neuna fata, Neuna
dono, Parca Maurtia dono
Registran pues los nombres de dos de
las tres Parcas romanas (Neuna o Nona, Maurtia o Morta) relacionados con el concepto
de fata.
Se suponía que Nona determinaba la
longitud de la vida del hombre como el dies lustricus, es decir, el día en
el que el nombre del niño era elegido, lo que sucedía al noveno día desde su
nacimiento para los niños y al octavo para las niñas.
Las repetición de los nundinae también era considerado un dies festus y como tal nefas por algunos estudiosos romanos como Julio César y Cornelio Labeo, porque
en él la flaminica dialis ofrecía el sacrificio de una cabra a Júpiter en la Regia.”
Pero qué leo, la Nona
determinaba la longitud de vida del ser humano, al varón desde el noveno día de
nacido cuando elegían su nombre y a la hembra le elegían el nombre el ¡octavo día de nacida!, en otras palabras,
un día más de vida para los hombres y un día menos para nosotras las mujeres.
¡Vaya desatino!
Por algunas razones
personales, creo necesario conocerlas un
poco más, ahora que sé que no es sólo una, la que me acompaña en mi “hilo de
vida metafórico”. Con razón siento que siempre camino con una multitud a mi
alrededor y que no duermo sola, por más que no sienta la piel de quien amo,
amaba o amaré. Allí están, con rueca, con tijera en mano, con guadaña o con una
vara que mide como dice la Biblia, “con la vara que mides con esa misma vara
serás medido” Ahora comprendo, por qué me cuido tanto de no desear a nadie la
muerte, de celebrar la vida cada vez que abro los ojos al despertar y en cada
respiro, ahora comprendo por qué lucho siempre para ganar batallas en el diario
vivir, en la salud que merma, en las amenazas de muerte con nombres de cáncer o
de órganos que dieron paso a bacterias o virus o a cuanto gusano se encuentre
en esta tierra. Ahora comprendo, por qué me cuesta tanto aceptar que quienes
amo se rindan ante cualquier batalla a librar. No mido como la Parca Décima a
nadie. He recibido recientemente tanta noticia de muertes de familia, de
amigos, conocidos. De tantos amados que hoy están luchando con todas sus
fuerzas para ganar ese día de más que a nosotras nos restaron y a los que le
concedieron el mismo, tratando de esquivar ser arrollados por un auto fantasma o
por el cruel que sin menoscabo alguno se convierte en Morta y arrebata el
hálito de vida que aún quedaba.
He estado sentada
ante el paisaje de mi vida, ante las noches sin luna o con ella, ante la lluvia
que cae después de un sol ardiente, he mirado desde mi atalaya el horizonte, he
mirado dentro de mi casa, y sé, porque los ojos de la mujer de mi vida, mi
madre, los miro apagaditos y sus años la acercan a ese corte de hilo, que la
soltará a su destino final. Que rondas
cerca. No sé si me iré primero, mas, no te temo Morta, sé que estoy destinada a
morir, como todos. Lo único que sí te pediría y eso por pedir, porque según
entiendo , escrito ya está el cómo, es justamente, no morir con terror, como lo
pido igual para todo aquel que amo y para todos los que sea posible sea
concedida esa gracia. Por esto les escribo, te escribo Morta, esta carta que
nunca antes escribí.
Me despido de ustedes…¿me
despido? ¿cómo, si van pegadas a mí como
siamesas a mis costados?
Así que hasta más
ver, tarde, espero, o cuando toque, que tocará.
Yo.