Bien sabes que eres tú. No hace falta un encabezado que te nombre, que te identifique, bien tienes por cierto que esta carta es para ti, amor mío.
Desde que llegaste a esta mi vida de pasos lentos y mirada cansada, fuiste sueño atrapado en mi costado izquierdo, caverna que guarda al corazón amante. Desde que me sedujiste, con tu verbo alegre, tu invitación a viajar en aeroplano, a saltar sin paracaídas porque me jurabas teníamos alas y que todo era posible, mi existencia dormida despertó a los albores del amor nuevo, renovado en los bríos que restan de este otoño, que hoy pinta gris.
Llegaste, tardé en aceptar tanta alegría, tuve miedo, lo sé, también , tenía que sanar heridas recientes, no es justo no entregar el amor entero a quien extiende sus manos para asir las tuyas siguiendo el cuento de hadas que escribías para dos. Y dije sí. Y te susurré: te amo. Y me perdí. Me perdí en el loco carnaval que celebrabas. Pleno de antifaces, de misterios guardados en una fortaleza que nunca comprendí.
Quisiera saber amor, si en verdad fuimos felices en algún momento, porque hoy, sólo lágrimas aniegan mis ojos, un dolor agudo me atraviesa el pecho y mis manos vacías de siempre, más vacías están al nunca haberlas llenado con las tuyas, tan ofrecidas para el vivir.
Quisiera saber amor, qué pasó en este camino donde el encuentro se hizo desencuentro, dolor y pena en la ausencia nacida antes que la presencia de los cuerpos que se reconocen, como simbiosis, alquimia o simplemente pieles que saborean en sus papilas el ardor de las almas que se aman profundamente.
Perdona, es cierto, ¿de qué valen ya las palabras, para qué este rememorar lo imposible? Nos dimos la espalda en una batalla de una guerra sin cuartel, donde primó la soberbia quizás, la tozudez de dos que llegaron al vértice de un camino con algún jirón colgando del ayer que herido estaba. Demasiada historia en dos seres, demasiada andadura y poco ánimo de cambiar en pos del amor. Esa es la verdad cruel.
Nos arrolló el otoño, tu valentía fue un disfraz para el miedo y mis miedos fueron truenos que reclamaban la valentía que un día sembraste en mí.
Llegó el adiós. Ese adiós que se sabe sin vuelta atrás, sin un beso guardado como único resquicio, ventana abierta hacia un horizonte pleno de realizaciones e ilusiones hechas realidad.
Nos quedamos plantadas en el puesto de partida, no hay relevos , ni testigos que entregar, sólo un asombro, un desliz de palabras hirientes, una frustración que quema y una banderilla que descansa en la meta de la vida.
Nos perdimos amor, nos perdimos. Ni siquiera las palabras restan, porque de tanto decirte adiós, ya no encuentro cómo quedarme sin correr hacia ninguna parte, sin saber dónde quedó la brújula que desde mi sur, marcaba al norte.
Ahora no sé cómo dejar en esta carta que nunca quise escribir, mi despedida, porque miento si te digo que me alegro por cualquier cosa, sólo atino a desearte lo mejor y a pedir a Dios, me de fuerzas para levantarme de este tsunami que arrasó mi vida.
¿Te beso? ¡Sí, amor mío!
(Quedó pendiente , el encuentro y el café prometido)
Yo.
HE RECIBIDO ESTE MAIL...SIN FIRMA.
SUGERENCIA PARA UNA CARTA QUE NUNCA NUNCA DEBIA HABERSE ESCRITO
Mujer:
Una vez más felicito tu verbo, tu palabra exquisita, tu perfección sin límites, la lírica tejida cual croché del alma. Una vez más me adentro en tus historias, tu vida, que sin necesidad de encabezados muestra incuestionablemente tu talento, tu genio.
Yo también pienso que sabe quien es, mas no importa a quien vaya dirigida, todos los que hemos amado, y yo he amado mucho, nos sentimos inexcusablemente motivados a leer al Amor, ese Amor que sublimado en la dimensión de lo imposible se acrecentó, se enraizó en las similitudes, ramificó con los años de sueños y frustraciones, pero a pesar de todo floreció en cada letra que culpando o perdonando, terminando o recomenzando, con pesares o alegrías, con o sin encabezados, llevó invisible pero indeleble el sello de propiedad en cada sílaba.
Se que has amado tanto, que tu amor cubrió la tierra árida de un pasto reverdecido, que tu amor fue tan fuerte que soportó huracanes, tsunamis y terremotos, tan paciente que después de arar el universo con semillas de cielo acunaste al Sol entre tus brazos para que no quemara al medio día la piel que lejos, se desprendía a jirones de algún cuerpo que no pudiste tocar para sanarlo entre tus labios y tus brazos.
Todo lo sé porque he andado contigo tramo a tramo de la desesperanza, porque en ese largo camino de la espera infecunda y maldecida, fui testigo silente de fronteras y los que callan, los que no han aprendido a sacar de las entrañas el dolor que las cuece, los que no sacrifican las generalidades por particularidades hondas, tercas, firmes, infinitas, los que somos a penas ya un suspiro que se escapa furtivo para no convertirse en fuerte interrogante de los otros, sentimos los decibelios del amor propio o ajeno.
Por eso reconocemos la valentía que ha de tener quien sobrepone los imposibles reales, los imposibles que se erigen desde causas externas, que van desde las geográficas y políticas hasta las eminentemente humanas, a la ilusión personal de un amor de compatibilidades y floresta, la terrible valentia de los que no provocan el laceramiento ajeno por propios placeres, los que respetan las decenas de calendarios compartidos en dolores insuperables y comunes que yacen para siempre a los pies de los esfuerzos.
Por eso te comprendo, por eso me lastima tu dolor y lo comparto, por eso aunque observadora simple, entro a la escena a interactuar en esa despedida de tu carta que asumo como mía, yo también me he despedido tantas veces y no he podido escribir ni un sólo párrafo.
Hoy que tantas cosas justifican esta amistad indestructible, hoy que dispuesta y convencida asumo tus roles como míos, quisiera aconsejarte que repases tus letras, que revises la copia como hacías de niña en tu tarea. Suprímele tus dudas, no empañes al Amor con las cavilaciones que el enojo o la siempre tristeza intentan opacarlo. Fueron felices, si y lo sabes…! De eso no tengo dudas. Te vi en aquellos tiempos, sin tiempo para ninguna otra cosa que la espera de encontrar algún signo de su ausente presencia, disfrutar el advenimiento de su aura, besar la sombra de su imagen, deleitarte en su boca pintándole los labios con tu lengua húmeda y dulzona, hacer el amor incluso de memoria con los ojos cerrados por caminos inciertos, desconocidos, nuevos y sentir la invasión de tus sentidos con una lluvia viva y cadenciosa que fue mojando tu contorno y partiéndote al medio de la vida en la diana del goce y la locura.
Que hoy en ti no sea igual, eso lo entiendo, pero no significa que lo vivido fuera diferente, porque sabes, me consta fue divino. Como simple abogada de los Diablos que viven en los cuerpos (… y también en las almas) trato de recordarte que en estos largos días de silencio, de escasas notas simples, de la misma distancia más distante, de aparente soledad multiplicada, no sabes lo que pasa, ni si el Amor abandonó aquel nido, ni si olvidaron tus profundas huellas en esa arena cálida de playa que rompe olas contra la corriente.
Si vas a amar de nuevo cara amiga, yo me alegro contigo. Si no es así y todavía lo amas, revisa el contenido de esta carta que nunca escribiría yo, conmigo. Vuelve a pensar en el destinatario, revisa cada hoja del camino, cada esquina de un verso, la sábana arrugada del poema que cabalgó tu cuerpo en desenfreno, la estrofa de aquel libro comentado que te bañó en sudor de amar y amarse.
Después si es que tú insistes, volverás hasta el borde de tu historia a tirar de la punta de una estrella y escribirás tal vez la nueva carta, a algún nuevo tal vez destinatario que no sabrá jamás a quien le dueles, ni por qué a veces sin razón tú acabas llevándome clavada a tu costado, refugio eterno de tus confesiones.