
Mmmmmmm
Siempre presente Sensualidad:
Siempre presente Sensualidad:
Podrás dormir alguna vez, quizás quedarte sentada en algún sofá en espera del cuerpo que se fue a tomar un café y no volvió. Tal vez entre tanto devenir, andar a las carreras por todo, te haces invisible, etérea en la piel que siempre es sensual a pesar del tiempo y de la “gravedad”-léase caída libre de algunas partes del cuerpo-, caída implacable que sufrimos los seres humanos, aunque también nos “inflemos” un poco y no de lujuria o deseos, si no de peso en la masa corporal del “metabolismo que nos cambió” (vaya excusa). En fin, que hoy mi querida y siempre danzante sensualidad, eres destinataria de estas letras que jamás te escribí.
¡Ay! Que eres una palabra que relame, que al pronunciarla o escribirla, miles de imágenes se posesionan de nuestra mente y nos hace golosos, en el mojar los labios o sonreír papando moscas, ante un recuerdo, un aroma, un entrecerrar los ojos para recordar momentos mágicos y hasta quizás para imaginar lo que no ha sucedido con quien quieres que suceda todo, teniendo esa sensación de que hay algo que no has vivido, que sólo lo has disfrutado en la fantasía, en la metáfora de tu cama vacía de medio lado, o en tu cama ocupada, pero sin ganas de la otra mitad.
Ser sensual es gozar de los placeres de los sentidos, por lo tanto eres un todo, eres lo que nos habita e incita al deseo sexual, a la satisfacción de una de nuestras primigenias necesidades y como necesidad al fin, al satisfacerla, se siente ese placer infinito de bienestar, del instinto saciado, a sabiendas que al rato, -aquí una acotación sobre lo denominado “rato”; como el tiempo es algo tan indefinido ese rato puede ser largo o corto, o eterno o hasta siempre jamás, vaya usted a saberlo-, aunque al rato, repito, vuelva un@ a sentir las mismas ansias que acabas de saciar.
Además, también quiero decirte Sensualidad, que me alegra mucho tengas nombre de mujer, porque te precede el artículo que marca tu género: la.
Además, también quiero decirte Sensualidad, que me alegra mucho tengas nombre de mujer, porque te precede el artículo que marca tu género: la.
¿Te das cuenta? nos embargas en la dualidad, en la ambigüedad que muchos no quisieran, sin embargo vives en cada quien sin importar su sexo u orientación sexual.
Eres una maravilla, además que nos llevas tantas veces por la “calle de la amargura” del deseo, bien sea por un roce, una mirada, un sueño, una fantasía, un beso, el abrazo acariciado que haces sientas ese calor que invade, llevas nombre de mujer porque eres femenina.
Tal vez por eso, enciendas tantas pasiones como ternuras entremezcladas en todo cuanto puedas percibir a través de los sentidos de quienes nunca se tachan de hedonistas, porque les parece que la palabra es fuerte y los etiquetan como algo enfermizo, cuando el hedonismo vive y pervive en cada quien , sólo basta tocar la tecla o el punto adecuado para que salte. Claro, se entiende en una sexualidad sana, conforme a lo que cada quien quiere experimentar o vivir como adultos, sin tabúes y frenos de la palabrita, NO, sin darse la oportunidad de probar si gusta o no el manjar ofrecido. En los más jóvenes, el descubrimiento hace de la vida, la especulación más grande y fascinante del mundo, ya llegarán a sus puertos.
Lo cierto es que desde hace unos días vengo pensando mucho en ti, además de sentir que la vida es muy corta e impredecible, que las hormonas a veces salen a pasear tocando las puertas que creíamos cerradas con cuatro cerrojos y que hay que vivir, lo que de vivir nos queda disfrutando de cada instante que la memoria, el presente y los sentidos alertas y no adormecidos nos dejen.
Si, mi querida Sensualidad, de repente, el cuerpo ha regresado al sofá, ya no con un café, quizás con una copa vacía para llenarla de ti.
No me despido, ¿por qué habría de hacerlo? En muchas de mis cartas nunca digo adiós, en esta, menos aún.
Te abrazo con todo lo que de abarcar puedan mis brazos.
Yo.
Si, mi querida Sensualidad, de repente, el cuerpo ha regresado al sofá, ya no con un café, quizás con una copa vacía para llenarla de ti.
No me despido, ¿por qué habría de hacerlo? En muchas de mis cartas nunca digo adiós, en esta, menos aún.
Te abrazo con todo lo que de abarcar puedan mis brazos.
Yo.