¡Ah! ¡Vaya con las palabras! Ayer sin más, me topé en una página web en la que a veces, vamos, en la que rara vez escribo pero visito, un escrito breve titulado: "Melindres". Y de pronto, recordé los famosos melindres, que nada tienen que ver con su significado de:
"remilgo, escrúpulo, ñoñez, cursilería, amaneramiento, ridiculez" No, sino con esas rosquillas acarameladas, tan de esta región donde vivo, aunque sean de origen gallego.
Y el dulzor llegó a mi boca, porque muchas veces he elaborado, melindres caseros,
dejando atrás esa amargura que trae a veces en fardos la vida, en el vivir que nos toca.
Ser melindroso es algo, que a pesar de las querencias de ser valiente, de enfrentar con arrojo las batallas que vamos sorteando, nos atrapa en sus redes y troca en amargos los dulces placeres.
Cierto es y siempre mantengo, que a pesar de los desengaños, de los zarpazos, de las garras ensangrentadas de tanto asirse a la esperanza, hay que mirar hacia adelante, oteando horizontes o encontrando luz en las estrellas. Aparcar el miedo a un lado del camino. Mientras tanto, por qué no, ir saboreando algún melindre que endulce la boca que guarda los besos, que añoran al amor que espera, a la vuelta de la esquina aquella.
Yo.
(Con moraleja incluida: Cada palabra tiene un haz y un envés)
3 comentarios:
Ciertamente, cuanta razón te asiste. Creí que significaba extravagancia, por lo ménos la usaba asi mi madre quien a su vez siempre fué muy sabia y dulce como los que nombras originarios de tu tierra.
Un abrazo
dulce sin empalagar
besos
tere
Estupendamente escrito
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