domingo, 3 de julio de 2011

Carta a las fronteras, los límites


Carta a las fronteras, los límites





¿Cómo saludarte? No encuentro manera.

¿Desconcertante Frontera? :



Desde hace unos días mi mente rumia  la palabra que te define. Busco sinónimos, encuentro conceptos que poco o mucho dicen o quizás demasiado explican lo que significas. En todas,   nos llevan a confines, límites, paradas, aduanas, líneas divisorias, cotos,  stops de carreteras que detienen el andar por los caminos.  Busco mapas, atlas,  encuentro colores, meridianos , latitudes, trazos que ubican , países, continentes. Mas, si miro fotografías de la tierra tomadas desde el espacio, no encuentro ninguna frontera de las que el hombre ha creado.
 Sin embargo, existen, como existe el tiempo.
Vienen a mi mente la muralla China, el muro de Berlín, en el recuerdo triste de una ciudad partida en dos o las alambradas de países que las levantan para impedir el paso de los “ilegales”, inmigrantes ansiosos de  encontrar un sueño que mejore su vivir. O los barcos que detienen pateras o balsas que llevan seres humanos arriesgando la vida, siempre tratando de cruzar fronteras,  de llegar a la utopía quizás de un edén, donde sólo oportunidades encontrarán. Pero lo intentan, una y otra vez, a riesgo de todo.

Mas, y siguen los peros infaltables, las fronteras más terribles son aquellas que nosotros mismos levantamos con respecto a los otros, a quienes tenemos cerca o lejos, a quienes llamamos prójimo.  A quienes tienen color diferente de piel, de creencias religiosas, de maneras de vivir la vida política o social, o su propia opción sexual, legítima como toda opción de vida.  A los que odiamos o amamos. Sí, a quienes amamos también. Son las fronteras invisibles y terribles que levanta el miedo, la ira,  el temor a sentir y realizarse en él. El miedo a volar con las alas de los sueños, o con el atrevimiento de saber qué puede pasar si conozco lo que presiento, si me permito mirarme en unos ojos escuchando la voz de quien antes era sólo una ilusión o una quimera. O tal vez,  permitir tomarse las manos y seguir un mismo rumbo.
Crear fronteras emocionales, sentimentales, nos niega la posibilidad de encontrar tal vez el recodo del camino que siempre hemos ansiado. A lo mejor equivocamos el camino, pero por lo menos el recorrido y la llegada, siempre valdrá la pena. No nos dejará la duda siempre pendiente del hilo de nuestra alma.
 Sigo rumiándote, Frontera, porque jamás pensé que ser humano alguno, pudiese siquiera imaginar que yo pudiera hacer tanto daño, para tenerme de enemigo o en plan de guerra, que por sus miedos,  me negara el sonido y plantara espadas en cerco a su alrededor.
Mira si soy sincera, que hasta explico el porqué, no puedo olvidar  que existes.

Yo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Debajo, en los campos de arroz, entre la humedad de las aguas donde crece el grano o Entre campos aromosos de desenfadadas margaritas que de su perfume presumen y se ufanan, pueden estar ocultas las espadas...Y pisar allí, a pie descalzo, es temerario sino raro.
Abrazos!
Hechadesilencios

Cartas que nunca escribí dijo...

¿Temerario? como si fuera un campo minado. ¿Raro? ¿por lo de temerario? porque no encuentro rarezas en pisar los caminos minados del amor.

Te abrazo.