martes, 22 de julio de 2008

Carta a Mafalda


Mi querida Mafalda:

¡Cuánto tiempo queriendo escribirte esta carta! Y al ir a escribirla, siempre me quedaba pensando en lo que en realidad quería decirte. Porque Quino hizo que llegara a mis manos tu historia cuando ya ibas por los ocho años, teniendo yo, escasos veinte.. Hoy el tiempo nos ha unido más, esos doce años de diferencia nos ha acercado y hecho más unidas en el comprender todo lo que vigente sigue por esta tierra, cuando apretabas tu globo terráqueo, con comprensas de agua fría puestas por ti, tal era la fiebre que por ese entonces vivía el mundo. Me enamoré de ti y de tus amigos a primera vista. Desde entonces, por lo menos una vez al año, te leo en los libros que recogen todo cuanto Quino creó en y por ti.
No pude escapar de tu encanto, en toda su sabiduría para una chiquilla que despuntaba a la vida. Imposible olvidar, tu risa de horas ante el diccionario, al descubrir el concepto de democracia o las preguntas incisivas que dejaban a tu padre, (del cual nunca sabremos el nombre y por siempre será el papá de Mafalda), fumando como un desesperado y tú yendo a comparar “Nervocalm”. ¿Cómo no sonreír ante tu fobia a la sopa?, justo la que un día nos descubrió el nombre de tu mami, cuando ante un plato de sopa humeante parada como siempre en tu silla, le dijiste…” Le parecerá triste, Raquel, pero en momentos como este, MAMÁ es tan sólo su seudónimo”, Seguí todos tus tiempos ante “ese vil brebaje”, no pudiendo allí ser tu cómplice en el disgusto por ella, porque yo al igual que Guille deliro por la sopa.

¡Guille!, el hermanito que llegó a ser esa parte-apéndice necesaria para complementar tu anarquía a veces, pesimismo otras y las ráfagas optimistas siempre de querer mejorar al mundo. Guille a mi manera de ver, vino a ser el equilibrio justo en la hermandad que siempre superó a unos padres asombrados, atareados, para llevar a cabo su misión de supervivencia familiar.
Luego llega la calle, tu calle, que siempre aparece en tu entorno y vida, al igual que el parque donde llevabas con un cordel a “Burocracia,” tu tortuguita, desafiando las risas de quienes te veían, ante tu libertad de sacar a pasear y tener la mascota que quisieras, es allí, donde encuentro a tus amigos, a los entrañables que fueron apareciendo y haciendo de ustedes la camarilla en una amistad que retrató tantas personalidades, como tantos todos fueron creados.

Felipe, dientes afuera, pelo de zanahoria, ordenado y a la vez displicente, dejando todo para último momento, intuyendo quizás el saber que un repaso dado a tus deberes sería suficiente para dejar claro tu inteligencia y aplicación en los mismos. Tus temores te superan, además eres el mayor de la pandilla y el guía de los otros que van un paso tras de ti. Por no comer pollo o carne al pensar en los cadáveres que son, eres capaz de hacerte vegetariano. Sin embargo, en tu andar por la vida, tu imaginación te hace grande en la virtud del niño que siempre serás. No sabes Felipe lo que me identifico contigo.

Manolito, cabeza dura, apabullado por un padre gallego que sólo tiene en mente su tienda de abacerías, fijando valores de “no importa si esta pasado, rancio o viejo, el asunto es vender” y tú, todo lo vendes y todo lo miras bajo el signo de la moneda. Aunque amigo, eres de abrazar y estar, a pesar del “pique constante con Susanita”. Eres del grupo, el de sentir por ti la mayor de las ternuras al mirarte bajo un grifo en la batea de un lavandero de trastienda, un verano cualquiera, cuando todos los demás gozan de la playa, los ríos o montañas. Tu odio por los Beatles, hace trizas los discos de vinilos de Mafalda y acentúa de alguna manera, a pesar de tu gallego, la argentinidad que te inunda.

Susanita, ¡cuántas Susanitas he conocido en mi vida!. Egoísta, envidiosa, racista, chismosa. Mujer, sinónimo de: hogar, matrimonio e hijitos. Casarte con un millonario, eso si, para ser parte de una sociedad, donde te reunirás con las demás damas de la sociedad, para preparar banquetes con todos los manjares inimaginables, para asi, recabar fondos y comprar, “todas esas porquerías que comen y usan los humildes.” Siempre encontraré una Susanita en mis caminos y siempre alguna vez, sin querer, lo de la pareja y los hijitos, puede que me den rasquiña y deseos de haber procreado alguno, alguna vez.

Miguelito, el niño que sólo aspira a ¡vivir!. El del pelo de hojas de lechuga, organizado, decidido a ser el mejor intendente de sí mismo. Preguntón de todo, quien un día andaba todo apesadumbrado porque tenía “una angustia en esta uña”. Analista de su mundo interior, sintiéndose el centro de todo el universo, y pidiendo a gritos lo dejaran ejercer de niño, o si no, para qué servía serlo. Cándido y meditabundo, realista y soñador. Un poco o mucho de ti, guardo en mi ser.

Libertad, contestataria, hija de padres modernos, con ideas revolucionarias y siendo en su tamaño la real semejanza de lo que es la libertad. Amiga seria, que le gusta la gente simple. Quien en su cuarto colocó en la pared, un mapamundi gigante y al hacerle notar Mafalda, lo había puesto con el norte hacia abajo y el sur hacia arriba, sólo argumentó: norte o sur con respecto a qué. Y es verdad…norte o sur con respecto a qué. Pequeña en tamaño, verdad andante de la realidad de la vida y el momento histórico vivido.
Y llego hasta aquí, sabiendo Mafalda, amiga querida de toda la vida, centro de una comunidad que hiciste global, con la que hemos podido convivir cada realidad y sueño a través de los ojos adultos/niños que tienes. Sé que me quedan hojas y hojas y mucha tinta para escribir tu carta, mas, no quiero aburrir. Ahora has crecido en años ya y sin embargo, cada vez que te leo, parece que fue ese día , del día de hoy que Quino, escribe y dibuja la viñeta que cuenta tu historia. Presagio de un hombre que supo plasmar en un país americano, todo lo que ocurre en todos los países de este orbe, que existió antes de Miguelito, aunque a él le sea casi imposible comprender, para qué existía sin ellos, sin él.
Tiene razón Manolito, “somos pocos y nos conocemos mucho”.

Con todo mi amor, extensivo a Quino, alias, Joaquín Salvador Lavado.

Yo, a quien en la Universidad llamaron Mafalda... alguna vez.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

devoré entero mafalda en su día, pero me encantan también muchos dibujos de quino en los que ella no sale

y creo que el que más me gustaba era guille

Firebrand dijo...

Mafalda ha compartido mi vida desde sus comienzos. La he seguido en todas las publicaciones que he podido. Comparto tus apreciaciones sobre ella y su "barra" de amigos. Salvador Lavado es uno de los pocos comunistas que se ha ganado mi admiración y respeto. Aunque estoy y estuve políticamente frente a ellos, debo destacar la honradez mental de Quino, quién no ha dudado en ironizar sobre sus propios "camaradas".

*°·.¸¸.° Heidy °·.¸¸.°* dijo...

Me encanta Mafalda.
Es mi tira cómica favorita.
Siempre me cautivó esa niña idealista, sincera.

Me encantó tu cartaaa !!!

Saludos

Maria dijo...

Me encantó la carta a Mafalda porque no conocía bien al personaje, ni a sus amigos y compañeros y a veces este desconocimiento hacía que no comprendiera bien algunos diálogos Ahora con esta "radiografía" lo tendré todo mucho más claro y mucho más a mano y así lo disfrutaré mucho más. Besos

Unknown dijo...

quizas, yo, si entienda el terror a la sopa que ha sentido Mafalda, uniendome a ella en esos sinsabores calientes....