
Mi "instalada" ausencia:
Instalada, ¡sí!, porque de querida poco me queda decir, aunque he de reconocer que llegan momentos, días o instantes que una ausencia, o dos , o tres, se hacen necesarias para poder seguir adelante, sin lastres en menoscabos de salud mental y hasta física.
Y es que ocurre, mi querida ausencia, (solventadas algunas razones, te miro, querida, aunque aún con un toque de ironía en el tono de ese "querida", lo confieso), ocurre repito, que aunque me has desgarrado el alma, roto el corazón, hecho harapos la piel y diluído en un mar de lágrimas los ojos, he tenido que aprender a sobrevivir a todas mis ausencias.
Ausencias repetidas en seres amados que han partido antes, algunas inesperadamente, otras a sabiendas ocurrirían más temprano que tarde, otras en el tiempo de pasar largo y otras en mis mascotas, compañeras fieles de años de mi vida, de amores que sólo parece comprenden quienes tenemos en ellos a amigos y compañeros solidarios, entrañables y entregados realmente a un@. He tenido que pasar y pasar por el calvario de un víacruces de ausencias de amor.
Partidas irremediables en el ocaso de alguna relación de pareja, donde el despedirse es largo y doloroso, aunque nos encontremos luego inmersas en otra dimensión del amor, logrando ser compañeras, amigas y hasta confidentes de quienes un día aparcaron en el sentimiento y creímos en el repetido "para siempre", cuando Sabines, nos hizo saber en sus versos que el siempre tiene fecha de caducidad:
"¿En qué lugar, en dónde,
a qué deshoras
me dirás que te amo?
Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba..."
"Porque la eternidad se nos acaba", y es verdad. Entonces llega el momento de otras despedidas, de otro comprender que es difícil rescatar algo de lo que nos llenó de ilusiones, de sueños y hasta de arquitectura en el construir un mañana (idílico, lo sé, ¡total! ¿quién sabe de mañanas ciertas?) pero de guardar en el corazón la esperanza y el paso firme sobre la tierra de un convivir entrelazadas hasta el final de la carne, que del alma ya sabemos lo que se dice por allí tan repetidamente como un eco entre montañas.
Alguna vez, en este otoño de hojas que caen, al ir cumpliendo su etapa asida a las ramas de su árbol, he quedado atenazada en una barandilla de algún aeropuerto, viendo alzar vuelo no a un avión, a un amor. En otra, he esperado, luchado, por "comprender" cómo se puede amar y esperar ser amad@, prohibiendo hasta el estar a cien kilómetros a la redonda en un todo vedado, reducida la expresión y el estar presente en "carne viva", a los caprichos de una parte, por razones equivocadas y maneras más equivocadas aún de emprender, dizque un camino, sumidas en un limbo, que no en tierra firme.
¿Cómo estar presente si ni puedo llamarte, ni me llamas, ni puedo escribirte, porque no tienes privacidad, dejando todo a la modernidad de hoy en unos mensajes de texto telefónicos, que a veces enredan más que desenredan, sometiendo la vida a un NO constante?
Entonces...llega el momento de las ausencias todas, en la estación penúltima de la vida. Acude a instalarse el silencio anunciado y nunca creído por tanto adiós dicho en el transcurrir del tiempo y tanto volver con la intención de quedarse, hasta que ¡ya!, se rebasan todos los vasos y se instala esa ausencia que quema, que nos deja huérfanos, desorientados, perdidos y con el sabor amargo de lo inconcluso, la frustración de no haber sabido nunca a qué saben los besos de una boca siempre ansiada, prometida, pero que al arribar al momento del llegar, forman sus labios la figura redonda de un nO colosal, huidizo.
Es por ello, mi querida, rara, etérea, extraña en lo que incumbe tu existir, ausencia de hoy, que dejo al azar del tiempo, la cura de la herida que dejaste, como han sido sanadas otras heridas, que dejaron huellas profundas en su momento y que al pasar el inexorable tic-tac del reloj de la vida, cual dunas danzantes, se han ido diluyendo en las cicatrices que quedaron.
No niego recuerdos gratos, no niego los sueños siempre alentadores, lo que me duele es...
Pero me alcanzará el día, que ya no dolerán. Ya mi bendita manía de creer en todo y ser verdad en todo, hará de mí, la nueva fortaleza para seguir de la mano de las presencias que hay en algunas ausencias y en las manos que aprietan o apretarán las mías.
Hasta siempre ausencia...que así me llamo también Yo, en la vida que vivo.