miércoles, 29 de julio de 2009

Carta a la Sensualidad


Mmmmmmm

Siempre presente Sensualidad:


Podrás dormir alguna vez, quizás quedarte sentada en algún sofá en espera del cuerpo que se fue a tomar un café y no volvió. Tal vez entre tanto devenir, andar a las carreras por todo, te haces invisible, etérea en la piel que siempre es sensual a pesar del tiempo y de la “gravedad”-léase caída libre de algunas partes del cuerpo-, caída implacable que sufrimos los seres humanos, aunque también nos “inflemos” un poco y no de lujuria o deseos, si no de peso en la masa corporal del “metabolismo que nos cambió” (vaya excusa). En fin, que hoy mi querida y siempre danzante sensualidad, eres destinataria de estas letras que jamás te escribí.
¡Ay! Que eres una palabra que relame, que al pronunciarla o escribirla, miles de imágenes se posesionan de nuestra mente y nos hace golosos, en el mojar los labios o sonreír papando moscas, ante un recuerdo, un aroma, un entrecerrar los ojos para recordar momentos mágicos y hasta quizás para imaginar lo que no ha sucedido con quien quieres que suceda todo, teniendo esa sensación de que hay algo que no has vivido, que sólo lo has disfrutado en la fantasía, en la metáfora de tu cama vacía de medio lado, o en tu cama ocupada, pero sin ganas de la otra mitad.
Ser sensual es gozar de los placeres de los sentidos, por lo tanto eres un todo, eres lo que nos habita e incita al deseo sexual, a la satisfacción de una de nuestras primigenias necesidades y como necesidad al fin, al satisfacerla, se siente ese placer infinito de bienestar, del instinto saciado, a sabiendas que al rato, -aquí una acotación sobre lo denominado “rato”; como el tiempo es algo tan indefinido ese rato puede ser largo o corto, o eterno o hasta siempre jamás, vaya usted a saberlo-, aunque al rato, repito, vuelva un@ a sentir las mismas ansias que acabas de saciar.
Además, también quiero decirte Sensualidad, que me alegra mucho tengas nombre de mujer, porque te precede el artículo que marca tu género: la.
¿Te das cuenta? nos embargas en la dualidad, en la ambigüedad que muchos no quisieran, sin embargo vives en cada quien sin importar su sexo u orientación sexual.
Eres una maravilla, además que nos llevas tantas veces por la “calle de la amargura” del deseo, bien sea por un roce, una mirada, un sueño, una fantasía, un beso, el abrazo acariciado que haces sientas ese calor que invade, llevas nombre de mujer porque eres femenina.
Tal vez por eso, enciendas tantas pasiones como ternuras entremezcladas en todo cuanto puedas percibir a través de los sentidos de quienes nunca se tachan de hedonistas, porque les parece que la palabra es fuerte y los etiquetan como algo enfermizo, cuando el hedonismo vive y pervive en cada quien , sólo basta tocar la tecla o el punto adecuado para que salte. Claro, se entiende en una sexualidad sana, conforme a lo que cada quien quiere experimentar o vivir como adultos, sin tabúes y frenos de la palabrita, NO, sin darse la oportunidad de probar si gusta o no el manjar ofrecido. En los más jóvenes, el descubrimiento hace de la vida, la especulación más grande y fascinante del mundo, ya llegarán a sus puertos.
Lo cierto es que desde hace unos días vengo pensando mucho en ti, además de sentir que la vida es muy corta e impredecible, que las hormonas a veces salen a pasear tocando las puertas que creíamos cerradas con cuatro cerrojos y que hay que vivir, lo que de vivir nos queda disfrutando de cada instante que la memoria, el presente y los sentidos alertas y no adormecidos nos dejen.

Si, mi querida Sensualidad, de repente, el cuerpo ha regresado al sofá, ya no con un café, quizás con una copa vacía para llenarla de ti.

No me despido, ¿por qué habría de hacerlo? En muchas de mis cartas nunca digo adiós, en esta, menos aún.

Te abrazo con todo lo que de abarcar puedan mis brazos.

Yo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Carta a la Gratitud




Mi siempre amada Gratitud:



Me he quedado sola en casa, leía un comentario entre muchos comentarios escritos en tantas partes. En todos o en casi todos un "gracias", "agradecida(o)", siempre una palabra que hace fehaciente el "sentimiento que nos obliga a estimar el beneficio o favor que se nos ha hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera." (RAE). Lo traigo así, tal cual lo define el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.


Yo sé que tú sabes Gratitud, que tengo miles de defectos, que suelo ser terca hasta lo irracional cuando siento tengo razón y no me demuestran lo contrario, que puedo ser "iracunda" cuando me siento herida, molesta por las acciones que duelen en mí hasta desgarrarme por causa de los otros, que soy humana en mis lados grises y más aún en los negros. Pero si hay algo que me reconozco sin ambages ni falsas modestias es, que te tengo en mí , como el haber más grande en mis cuentas de ahorro de la vida.


Soy agradecida por naturaleza, doy gracias por todo y hasta por nada. Quienes me conocen saben que un Dios te pague cuelga siempre de mis labios, que las infinitas gracias las doy hasta marear, porque no hay nada más gratificante que agradecer el bien recibido por pequeño que este sea.


Y hoy Gratitud debo agradecer a cada uno de mis lectores, a cada uno de mis amigos virtuales y aquellos que conozco de "vista, trato y comunicación", por cada palabra, gesto, que ha hecho y hace más llevadera esta angustia en la que vivo.


Hoy y quizás mañana, si mañana llega, mis gracias seguirán tatuadas en este papel público e intangible que es una página de un blog, pero que llega. Te llega a ti que entras por primera vez o que vuelves siempre para saludar o encontrar otra Carta nunca escrita.


Gracias doy al Dios de mi creencia, por aún seguir y sostener a quienes me tienen como un árbol que cobija, cuando no soy más que una brizna planeando en el viento sin puerto alguno.

Gracias doy a quien llama cada día para saber, a quien cada día me escribe una nota olvidando que antes de ayer nos dijimos adiós.

Gracias a ti Gratitud por existir en la palabra y en el sentimiento que me da la oportunidad de abrazarte en el abrazo que doy a cada ser que me deja un poco de sí, en este Buzón de Cartas ausentes y nunca escritas.



No me despido, nunca podría.


Te amo,

Yo.

lunes, 13 de julio de 2009

Carta a este no sentir


Carta a este no sentir



Extraño destinatario:



He llegado al punto en que no sé si siento, porque escribir al no sentir, es escribir a la nada de lo que habita en el cuerpo.

Es escribirle a la desazón, al desamparo, a la angustia o la mengua del tiempo en la vida que se quedó de repente sin sabor, sin aromas, sin mirada hacia alguna parte, sin sinfonía interior para escuchar los acordes del alma.

Te escribo y me escribo en este yo extraño, vago de limbo, perdido en el dolor y afincado en la estepa de una esperanza lejana.

Me duele el cuerpo, cada poro de mi piel, cada órgano, cada mirada hacia lo infinito que se acaba en el horizonte que cambia de lugar cada vez que giro y sin embargo es la misma línea difusa y distante.

Te escribo porque me siento enajenada en medio de un laberinto sin salida alguna, donde no hay candil que ilumine una alegría en medio de tanta angustia y tanta soledad.

Esta carta nunca escrita, al no sentir , es quizás la paradoja más grande que deja palpable el sentimiento más hondo en la sima de mi vida.


En la espera de un milagro,


Yo.

viernes, 3 de julio de 2009

¡Aló! Carta a una llamada


¡Aló! Carta a una llamada


¿quién llama?
¿acaso un borrón,
dos trazos,
una nube gris
que por gris ya es negra,
un ruido fastidioso y constante?
o…¿ llama la abulia de una tristeza
sostenida de un dolor sin asidero alguno?

¿quién llama?

Esmeralda Urrutia
Venezuela


Esperada y nunca llegada llamada:

Esta carta es corta, tan corta como el repique ansiado y nunca escuchado del teléfono que descansa sobre la mesa que lo sostiene.
Es tan corta porque de tanto esperar, eché raíces andando por las lindes de mi propio laberinto.
Esta carta a la esperanza del consuelo a tiempo en la voz que se escucha en la distancia, es tan corta como el click que cierra toda posible comunicación en el silencio del espacio que nos separa.
Esta carta no tiene sentido, como sentido no tiene esperar que seas diferente a lo que te empeñaste en ser.

Olvidando tu existencia, me despido de ti, con el dolor de mi mirada perdida y el desconsuelo de comprobar una vez más, que hay quienes no comprenden que:“obras son amores y no buenas razones”.

De ti,
Yo.